Se lo oí decir más de una vez cuando era alcalde a José Francisco Rivas. Después a Gonzalo Lago y ahora a Jaime Ramos. No es de extrañar, porque es ley de vida que el viejo cuento del caballo se adopte por los políticos, a izquierda y derecha, en cuanto llegan al poder: “Si el amo habla mal del caballo ¿cómo lo va a vender?”. Un cuento envuelto en queja amarga que invariablemente acaba siendo uno de los principales argumentos de los alcaldes de Talavera en las inevitables catequesis a los medios de comunicación. “Hay que hablar en positivo”, dicen, porque lo demás ahuyenta a los posibles inversores y no consigue otra cosa que hurgar en la herida. “Hay que cambiar la imagen”, “vender ciudad”, “está muy bien reivindicar, pero al final lo que se proyecta es una imagen negativa”… en fin, lo que tantas veces hemos oído y desgraciadamente volveremos a oír.
En las últimas semanas varios reportajes en periódicos y cadenas de televisión nacionales, poniendo a Talavera como ejemplo de antigua ciudad pujante y con futuro que no ha sabido salir de una crisis que se arrastra desde hace décadas, ha vuelto a revivir la polémica. ¿Se ayuda a la ciudad difundiendo sus carencias y su evidente decadencia? ¿Así vamos a vender el caballo? Y todo, en un momento de pleno electoralismo en el que hasta el pretendido medio de comunicación amigo se convierte en sospechoso. El entorno de Ramos piensa que Antena3, El País y TVE y su Informe semanal, al disparar contra Talavera han disparado en realidad contra su gestión, algo, que casi seguro también habrían dicho los anteriores alcaldes.
Los dos alcaldes anteriores a Ramos se mataron por vender una imagen positiva de la ciudad que desgraciadamente la realidad y el estado general de pesimismo que domina en la ciudad desde hace años se encargaron de romper. Y digo la realidad y añado el estado de pesimismo generalizado, porque estoy convencido que en todas las dinámicas de la vida el encararla con positividad es fundamental. Claro, que eso es muy fácil de decir cuando el viento sopla de popa y mucho menos cuando todo son dificultades que se añaden, como la incomprensible maniobra del gobierno de Sánchez y el del Page, añadiendo a Toledo como competencia junto a Talavera en el mapa logístico del Corredor Atlántico.
Jaime Ramos, al que se le pueden negar muchas cosas pero no trabajo intenso por la ciudad, va a intentar vender los logros de una legislatura en la que, según su apreciación, se ha roto con la dinámica destructiva y se ha comenzado a remontar el vuelo. Toda la oposición lo negará y prometerá que el verdadero cambio se producirá con su llegada. En cualquier caso, será inevitable que, cuando dentro de tres o cuatro años alguien hable de Talavera en un medio nacional, su alcalde no vuelva a recordar el cuento del caballo. Uno la verdad, y mira que le gustaría, no es muy optimista.