Hace años que en la política española se rompieron algunas normas de esas que nunca se escribieron pero que todo el mundo consideraba fundamentales para el bien común. Todo el mundo sabe que las normas que rigen la vida del primer parlamento del mundo no necesitan estar reflejadas en un reglamento. En las democracias además del texto constitucional que impregna toda la vida política, hay una serie de normas implícitas cuyo respeto es tan importante como la misma letra de la Constitución. Muchos son los que apuntan al denominado Pacto del Tinell, allá por 2004, como el mal principio para casi todo lo que ha venido después.
En aquel pacto se hacía imposible que la derecha accediera al poder a no ser que lo hiciera por una mayoría absoluta incontestable. Siempre que la izquierda y los nacionalistas sumaran un escaño más en cualquier elección, por mucho que el PP hubiera sido el partido más votado, impedirían con su “gobierno de progreso” su acceso al poder. Esa es la norma que se ha impuesto, y lo mismo da el ámbito en que se tenga que aplicar. Obsérvese cómo a un PSOE con ciento veinticuatro diputados nadie le niega su legitimidad, cuando hace tan sólo unos meses, se le negó al PP con catorce diputados más.
Pero además de ese “contar” diputados tan peculiar, y según para quién, en la vida política española se ha impuesto también una práctica que hace tan solo unos años se consideraba inadmisible y que no es otra que la continua intromisión en la casa ajena, para organizarla. Lo mismo da que el “amigable consejo” venga del ganador que del último de los perdedores. Es otra de esas líneas rojas que se han traspasado y dan la impresión de formar parte de la normalidad del juego democrático.
En la región lo estamos viendo desde el día siguiente de la celebración de las elecciones. Todo el aparato del PSOE (es verdad que García-Page ha dejado a otros esta labor) se ha dedicado a insinuar o a pedir directamente la dimisión de Paco Núñez por los resultados obtenidos. Algo que a uno, además de poco elegante, le resulta chocante, porque lo que le interesa al PSOE es que un perdedor se mantenga en el cargo y le asegure así las victorias futuras, según esa vieja receta según la cual “cuando el enemigo se equivoca no hay que distraerle”.
Pero el colmo de los consejos dedicados gratuita y paternalmente al adversario, es cuando, como el caso del coordinador de Izquierda Unida, Unidas Podemos o las mil vírgenes de las confluencias asaltantes de cielos, Juan Ramón Crespo, se dedica a practicar las obras de caridad y pide la dimisión de Paco Nuñez, como si de un verdadero triunfador se tratara. La cosa tiene gracia. Cero diputados en las Cortes, cero concejales en una ciudad como Talavera y desde las más altas cotas de la miseria, piden a gritos la dimisión del líder del PP. ¡Qué preocupación y que sin vivir!