Resulta que Doménikos Theotokópoulos nunca había tenido una gran exposición en el país de sus más grandes admiradores y principales descubridores para la modernidad. Viajeros y artistas franceses como Theophile Gautier o Edouard Manet tuvieron mucho que ver con el descubrimiento de El Greco y, sin embargo, nunca antes se había organizado una exposición retrospectiva en París como las que tuvieron Francisco de Goya o Diego Velázquez.

Sólo en 1908, un puñado de cuadros del cretense toledano se habían expuesto en uno de aquellos salones de otoño en el que sus cuadros compartieron el espacio con la rabiosa modernidad de los impresionistas y los fauves. El color de Tiziano y Tintoretto, la fuerza de Miguel Ángel, el recuerdo de los iconos bizantinos de su isla natal y esa manera tan personal de mostrar su canon pictórico, instalado en la extravagancia, que diría Fernando Marías, le convertiría en uno de los referentes de la nueva pintura. Y, sin embargo, nunca antes El Greco tuvo su exposición en aquel París, capital de las artes del mundo.

Ahora, entre hoy mismo, dieciséis de octubre, y el diez del próximo febrero, El Greco tendrá su retrospectiva gracias a lo que se ha llamado el nuevo mecenazgo, que en este caso ejerce la Fundación Abertis. Eso sí, a pesar de los esfuerzos por reunir obras que llenen toda la secuencia cronológica de su vida, queda muy por debajo de la magna exposición del centenario en Toledo tanto por el número de obras como por la calidad y representatividad de las mismas. Y eso que se han reunido obras procedentes de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Grecia, Italia, Dinamarca… y, desde luego, España y Toledo, con La Verónica y la Santa Faz del Museo de Santa Cruz, el Retrato de diego de Covarrubias del Museo del Greco y San Lucas del apostolado de la Catedral.

El Museo del Prado negó el préstamo de tres obras de su colección, entre ellas la monumental Trinidad, por coincidir con la celebración del bicentenario del museo y considerar la dirección que en esas fechas no debía faltar ninguna de sus obras fundamentales. Hay gente en el mundo del arte que es contraria a la política de préstamos entre museos. La conservación y el peligro de accidentes y pérdidas irreparables es uno de los argumentos en contra, pero sin esos préstamos sería imposible que el aficionado medio tuviera acceso a muchas de esas obras dispersas en colecciones particulares. Y El Greco de Toledo es un ejemplo extremo de dispersión. Son legendarias las compras de “grecos” por anticuarios y “guiris”, enterados de lo que se traían entre manos, en los conventos toledanos y también los relatos de como milagrosamente se salvaron algunos cuadros del viaje a América.

Ahora, las pinturas del extravagante griego toledano viajan a París desde todo el mundo para después cruzar el Atlántico y exponerse en el Instituto de Arte de Chicago. El Greco ha comenzado su gira en París y no pasa de moda. Sigue vendiendo a todo color España y Toledo. La marca no se agota.