En el mismo día se han vivido dos cogidas que, de haberse dado en plazas de toros de menor categoría a la de Las Ventas en Madrid y La Misericordia en Zaragoza, hubieran acabado, muy probablemente, con la muerte de los dos toreros. El joven matador de toros madrileño Gonzalo Caballero y el banderillero albaceteño Marianode la Viñapueden decir que han pisado la línea que separa la vida de la muerte. Hace sólo treinta años no habría habido equipo médico capaz de rescatarles del otro lado. Hoy, ha sido posible.
Los avances de la cirugía taurina, la dotación médica de las enfermerías de las plazas de toros y la sabiduría y profesionalidad de los equipos médicos que intervinieron tienen la culpa. En el caso de Mariano de la Viña, el doctor Carlos Valcarreres, uno de los grandes de la cirugía taurina, definió su situación a la entrada en el enfermería de “estado cataclísmico”, trasladando el concepto de “desastre de grandes proporciones que afecta a todo el planeta…”, “catástrofe producida por un fenómeno natural” o “trastorno o alteración del orden social o político”, que son las principales acepciones de la palabra, a la situación de colapso total tras la espeluznante cogida.
Leer el parte médico y las explicaciones de las decisiones que el equipo del doctor Valcarreres tomó en los primeros momentos en la enfermería da idea del terreno delicado en que médicos y torero estuvieron situados aquel día. La cirugía taurina, como la de guerra, o la de accidentes de tráfico, vive en estas situaciones “cataclísmicas”, y en días con una cara tan amarga como la del otro día en Zaragoza y en Madrid, avances que parecerían imposibles.
De García Padrós y Valcarreres aprenderán todos los cirujanos del mundo. Los finales de temporada casi siempre traen graves cogidas. El cansancio, la rutina, el verse ya fuera de la carretera y de las plazas de toros, parece estar en que aparezcan esas décimas de segundo de falta de concentración que traen tan malas consecuencias. Pero, delante del toro, muchas veces es imposible evitar las cogidas ni tampoco explicarlas después.
Es verdad que entre las dos cogidas hay una diferencia fundamental, Gonzalo Caballero ejecutó la suerte de matar de una manera que, si la repite de nuevo, tendrá al menos un cincuenta por ciento de probabilidades de que se repita la cornada. De hecho, la cogida del otro día es muy similar a otras que ya lleva en el cuerpo, y en el toreo se trata, ante todo, de que el toro no te coja, algo que algunos toreros parecen haber olvidado. La cogida de Mariano de la Viña fue otra cosa. Difícil de evitar, difícil de prever en un hombre de su experiencia y categoría profesional. Toda una vida al lado de Enrique Ponce, un torero que lleva muchos años en el grupo de cabeza del escalafón y con un sinnúmero de toros lidiados. Pero lo de los toros es así. Afortunadamente, esta vez todo no ha acabado en tragedia.