Es imposible negar el talento de comunicador de Emiliano García-Page. Está en los medios en cuanto quiere. Ahora lo ha vuelto a demostrar con la metáfora de la vaselina. Todos los medios nacionales comentan su deseo para Reyes: “Lo que no quiero es vaselina. Queremos tener la conciencia tranquila”. No ha hecho falta más. Hasta el más despistado sabe por dónde va la cosa.
A Page, como le ocurría a Rubalcaba, no le gusta un gobierno Sancheztein. Sabe que la marca común puede sufrir una avería de grandes proporciones en cuanto ese engendro eche a andar y quede claro el precio que se ha pagado por ponerlo en pie. No oculta su disgusto por la posibilidad de que salga adelante y es consciente de que, si Sánchez lo consigue, no tendrá otra que hacer acopio del lubricante más tradicional en la farmacia de guardia o en el Carrefour.
Así son las cosas en la nueva dinámica de los partidos de toda la vida.La participación de los militantes en la elección de los líderes con el proceso de primarias, que teóricamente iba a democratizar la vida interna de los partidos, ha derivado, paradójicamente, en un nuevo caudillismo. La vuelta triunfal de Sánchez a la Secretaría General del PSOE, gracias al apoyo de la militancia, ha acabado con cualquier posibilidad de que en un Comité Federal se vuelva a dar una defenestración como la de aquella jornada famosa de Ferraz. El secretario general es el amo y señor y los barones han sido reducidos y limitados a hablar y decidir en su territorio. No hay contrapesos ni contrapoderes internos.
A los Lambán, Page o Susana Díaz no les queda otra que saltar a los medios. Page tiene un discurso que le ha dado una mayoría absoluta en la región y no se va a mover de él. Otra cosa, como casi siempre ocurre, es lo que dicen los órganos de su propio partido y el de Sánchez en la región. Repasen las declaraciones de Sergio Gutiérrez, secretario de Organización del PSOE-CLM, y verán que ni mucho menos se acercan a las de Page, que, mira por dónde, es el secretario general del mismo partido.
La culpa la tiene el PP, que debería facilitar un gobierno de Sánchez con los aliados que hace un solo mes no le dejaban conciliar el sueño. El bloqueo es responsabilidad de Casado, de Arrimadas y, si hace falta decirlo, también de Abascal. Doble juego. La estructura del partido no puede ser desleal, negando el derecho del líder a componer el gobierno que le de la real gana. Hay que entender a Gutiérrez y a Page. Esto es política y el siglo XXI. Y en esas estamos.