Hace pocos días, la Conferencia Episcopal Española proponía, a través de su portavoz, cursillos prematrimoniales con duración de dos a tres años para las parejas que pretendieran “contraer matrimonio canónico según manda nuestra Santa Madre Iglesia”, según el catecismo que uno recitaba de chico.
Lo primero que a uno se le viene a la cabeza es que, si ya es difícil convencer a que las parejas pasen simplemente por el Registro Civil o por alguno de esos registros de parejas de hecho, si se les obliga a hacer un cursillo, aunque sea uno de esos de veinte horas que decía el portavoz que es lo más común en las Parroquias españolas, el éxito puede ser clamoroso. Aunque claro, si uno es católico lo lógico es que siga con entusiasmo las propuestas de sus pastores. Mucho más cuando estos cursillos han sido diseñados por diez parejas católicas en comunión y coordinación con los obispos, muy preocupados porque el cuarenta por ciento de las que se deciden a casarse se rompen antes de cinco años.
En fin, la propuesta para parejas que quieran casarse “por la Iglesia” estaba ahí y, para sorpresa de uno, en menos de quince días, el obispo de Ciudad Real, don Gerardo Melgar, ya tiene cuatro parejas de novios dispuestos a echar horas y sacarse el carnet de casados como Dios manda. La cosa tiene mérito, tanto de los novios como del obispo. A uno le parece excepcional, porque estoy seguro de que si el cursillo de dos o tres años se impusiera como obligación para las parejas que pretendieran pasar el día de su boda por la iglesia, el número de matrimonios católicos descendería drásticamente. Y si no, que la propuesta de la CEE lo lleven a término todos los párrocos de España y comprobarán el éxito. Eso sí, estoy seguro también que el número de separaciones descenderían drásticamente, aunque sólo sea por no tirar a la papelera dos o tres años de cursillo.
Pero en esto, como en tantas cosas referentes a lo que ocurre en la práctica de la que hoy todavía la mayoría de los españoles considera su religión, los pastores van por un sitio y las ovejas, mayoritariamente, por otro. La convención social del bautizo, la primera comunión, el matrimonio y el entierro como Dios manda se sigue imponiendo mayoritariamente, eso sí, siempre que la cosa se arregle con el rato de iglesia y, todo lo más, algún sermón impertinente del celebrante. Me temo que, a pesar de la buena voluntad de la Conferencia Episcopal y del éxito inmediato de don Gerardo Melgar y sus cuatro parejas de novios bendecidos en Ciudad Real, la contribución de los obispos españoles al problema de las crisis matrimoniales está cantada. Amén.