Como uno escribe ya desde el más allá, puede decir lo que quiera. No va a aspirar uno a que esto sean las Memorias de Ultratumba de François-René de Chateaubriand, porqué el más allá de uno es más cercano y lo único que ha traspuesto son los años de profesión en la enseñanza. Después ya vendrá el verdadero pasar adelante, que decía el maestro Josep Pla.
Se han celebrado cuarenta años de la UNED en Talavera con un acto en el que se han entregado medallas de reconocimiento a las instituciones públicas y empresas privadas que han hecho posible la existencia y la permanencia de un centro asociado por el que han pasado, si no recuerdo mal, más de dieciséis mil alumnos, de los cuales se han licenciado un buen porcentaje de ellos.
Además de a los patronos, que han puesto el dinero, se ha reconocido su labor a todos los directores, al personal de administración que ha permanecido durante estas cuatro décadas y a dos profesoras tutoras que han estado desde el principio ejerciendo su labor docente. Mi enhorabuena a todos y al actual director, Enrique Martínez de la Casa, por la iniciativa.
Yo he vivido el nacimiento del Centro Asociado de la UNED en Talavera en casi todos los escalones. Primero como alumno y luego como profesor tutor. Allí me licencie en Geografía e Historia, compaginando los estudios con mi trabajo como maestro de Primaria (profesor de EGB, en aquellos tiempos), hice mi tesina de Licenciatura dirigido por la profesora María Dolores Antigüedad, de la sede central, y realicé los cursos de doctorado necesarios para abordar la tesis doctoral. Luego fui profesor tutor durante más de una década de la asignatura de Paleografía, en la carrera de Filología Hispana, hasta que desapareció como tal de los planes de estudio.
Sé, desde el más allá gallinaceo, de lo que hablo, y lo digo en corto y en derecho: los centros asociados de la UNED no existirían sin el sacrificio, la vocación y el desprendimiento material de los cientos de profesores tutores que han pasado por ellos. En la UNED, al menos en el tiempo en que yo ejercí como tal, la remuneración económica era paupérrima, las posibilidades de añadir méritos a tu carrera docente nulas y el reconocimiento por parte de la sede central inexistente. ¿Qué cómo, entonces, muchos profesores han permanecido durante años en esa situación, cobrando por las horas de preparación y docencia menos de lo que cobra el personal de limpieza? La contestación es fácil: por el “prestigio” que daba lo de profesor universitario y por la esperanza nunca perdida de que el reconocimiento en la propia casa permitiera avanzar en la carrera docente.
También es verdad que, para algunos profesores jóvenes y sin trabajo, la tutoría suponía agarrarse a algo, aunque fuera tan mal pagado. La UNED de aquel tiempo, no conozco la situación de ahora, no trató a los profesores tutores como debía. El profesor tutor no era reconocido siquiera como lo es hoy el profesor asociado en cualquier Universidad española, que sabe que al menos tras años de penurias alcanzará un cierto reconocimiento de su propia labor y tendrá la posibilidad de algún día integrarse en ella. La UNED tenía en aquel tiempo un pilar fundamental en los profesores tutores y nunca se lo supo agradecer con hechos.
Buenas son medallas para dos profesoras después de cuarenta años. Uno, se apunta la parte que le toca.