Que uno sepa, a esta hora, nadie de la parroquia toledana de Santo Tomé ha explicado el incidente que se produjo cuando hace unos días a un grupo de profesores jubilados se les impidió realizar una visita guiada, en la que el que fuera vicealcalde de Toledo y también profesor jubilado pretendía ejercer como guía. La única versión la tenemos del grupo que vio frustrada su visita, y según ella y por lo que uno lee entre líneas, solo es posible acceder a una visita con guía, con un permiso especial o con un guía oficial. O lo que es lo mismo, si alguien, conocedor de la obra del Greco visita El entierro del señor Orgaz y se le ocurre dar unas explicaciones a un grupo de amigos se le impedirá, a no ser que previamente haya obtenido un permiso especial, que uno intuye no se obtiene simplemente comunicando su deseo al pasar en taquilla. Seguro que alguien podría aclarar las condiciones y las razones de una prohibición que así vista, tal como se ha dado la noticia, a uno no le suena bien.
Y es que ver a un grupo de profesores jubilados con una postal en la mano en plena plaza de los Condes de Fuensalida no es una buena imagen para un lugar administrado por una parroquia de la Iglesia Católica y por el que pasan miles de visitantes que seguro que ese día se preguntaban por lo que allí hacían, postal en mano ese grupo de jubilados.
Uno puede comprender que en un recinto tan limitado como es el que alberga el célebre cuadro de Domenico Theotocopuli haya necesidad de dictar unas normas al paso de los grupos para no interferir entre sí, y ahí cuadraría una regulación que con los medios de transmisión actuales mediante auriculares individuales permitiría incluso el que accedieran varios grupos a la vez. Pero lo que a uno le chirría es que la contratación de un guía oficial allane el camino que antes se presentaba infranqueable. La cosa no suena bien por mucho que desde el gremio de guías se pretenda se pretenda vender la medida como defensa contra el intrusismo y desde la parroquia la solidaridad con el gremio y el orden interior. En fin, un poco de comunicación y de mano izquierda en casos parecidos no haría el daño, sobre todo de imagen, que la parroquia de Santo Tomé y el gremio de guías de Toledo se han hecho a sí mismos.
Si se argumenta que el número de visitas hace inviable las explicaciones delante del cuadro, prohíbase para todos y prepárese un espacio para recibir a los visitantes antes o después de la visita, en el que ante unos paneles se den las oportunas explicaciones. Así ocurre desde hace muchos años en la Capilla Sixtina y nadie se da por ofendido ni por discriminado.