Vivimos un tiempo en el que todos son premios. Hay premios para todos como en los parvularios de ayer convertidos en escuelas infantiles y a fuerza de multiplicar premios y premiados el premio se devalúa. Sin embargo a veces se cumple aquello de si me lo han dado es porque me lo merezco. Es el caso del gamonino Saturnino Gómez de la Cruz, fallecido hace unos días tras noventa y cuatro años de vida.
En el año 2002 el Ayuntamiento de Talavera le concedió el Premio Ciudad de Talavera a la identidad local y comarcal y le reconoció como “mantenedor de mondas”, que es uno de eos títulos que pocos pueden llevar con tanta justicia y razón.
Cuando llegué a Talavera allá por el final de los años sesenta del siglo pasado me vi sorprendido, como tantos que andaban aquel día de diario en la plaza del Reloj, por el paso de apenas una decena de personas alrededor de un carrito adornado por cintas y banderitas de papel tirado por dos carneros. Al frente un hombre del campo, dignamente vestido que conducía aquello que se le antojaba a uno procesión casera o humilde fiesta familiar. Alguien recordó que era martes de Pascua y que aquella era la ofrenda que cada año, desde hacía cientos, Gamonal hacía a la Virgen del Prado. El humilde espectáculo rezumaba autenticidad y el orgullo se pintaba en las caras de los protagonistas.
Luego, a la semana siguiente uno pudo leer en La Voz de Talavera el artículo de don Almiro Robledo en el que explicaba el origen de la fiesta de Mondas y cómo esa fiesta hundía sus raíces en tiempos de asimilación cristiana de ritos paganos. También explicaba que aquel martes de Pascua el alcalde de Gamonal mandaba en Talavera en virtud del intercambio de bastones que hacía en la ermita del Prado con el alcalde de Talavera. Eran los tiempos de la aparición de los estudios de Julio Caro Baroja con respecto a una fiesta que prácticamente se daba por perdida, pero que se mantenía un día de primavera en esa humilde caminata de unos pocos vecinos de Gamonal hasta la Virgen del Prado.
Estaban muy lejos aquellos años de esplendor de la fiesta en el que el dicho “En Talavera, ni Dios ni rey, ni Semana Santa” dejaba claro que en Talavera reinaban la Virgen del Prado y la reina de España y los preparativos de la fiesta que se celebraba en la semana de Pascua, eclipsaban la Semana de Pasión.
En aquellos años de plomo de los cincuenta a setenta, y desde el año 1932, sin faltar uno solo año, estaba Saturnino Gómez de la Cruz al frente del símbolo mayor de la fiesta y allí ha permanecido después, cuando en los años de la Transición se resucitó la fiesta, hasta que le faltaron las fuerzas y pasó el testigo a sus hijos.
Por el cortejo de Mondas en estos años de auge, ha pasado casi de todo con mayor o menor fortuna. Con el tiempo se ha ido depurando el carácter de la fiesta gracias a mantenedores como Saturnino, el amigo Ángel Ballesteros y tantos otros casi siempre para bien. Para uno hay todavía cosas que sobran en ella. El carrito de los gamoninos es el centro del desfile y la esencia de la fiesta. Saturnino y su empeño de mantenedor a toda costa en años muy duros tienen mucha culpa de ello.