Había que oír ayer a la mañana al hijo de Francisco Hernando hablar de su padre con Carlos Herrera en la radio. Un buen hijo defendiendo la figura y el legado de su padre. Nadie le regaló nada. De una chabola a la urbanización Las Lomas. Dos veces se arruinó y dos se levantó. Entre medias se hizo rico y creó riqueza y puestos de trabajo para muchos… Nada que contestar ni que oponer cuando un hijo llora dignamente y reivindica la obra de su padre muerto. Le honra al hijo y le honra al padre. Es la luz con la que el noventa por ciento de los humanos muertos pueden presentarse en su entierro. Paco Hernando no ha tenido entierro, aunque en Seseña Nuevo, la ciudad que se inventó, el otro día la gente saliera a los balcones para rendirle el homenaje de un aplauso. Aquellos a quienes vendió un piso le aplaudieron. Siempre le defendieron, porque la mayoría compró un piso que nunca hubiera podido comprar en cualquier barrio de Madrid por muy del extrarradio que fuera.

Pero la figura de Francisco Hernando “El Pocero”, un mote que recordaba sus comienzos cavando galerías y pozos, también está ligada a una época en la que, en sus propias palabras, “se compran mayorías municipales en los bares”. Corrían los tiempos milagrosos del ladrillo, de los concejales de pueblo que pelaban las langostas con una mano, y de los directores de los bancos corriendo detrás de los promotores inmobiliarios para colocarles su dinero. Y de esos tiempos, por mucho que uno quiera ver el lado humano de un hijo que llora a su padre Francisco Hernando “El Pocero” es uno de sus iconos. Nadie representa mejor en la imaginación del pueblo la época del ladrillo y la corrupción política que su persona. Sólo Gil y Gil desde el lado del esperpento valleinclanesco podría competir con lo que él representa en el imaginario de esa época. El complejo residencial "Francisco Hernando" quedará como el monumento de lo que fue.

Dicen que tenía un don de gentes en las distancias cortas que nada tenía que ver con la imagen de arrogancia que transmitía. El famoso yate Clarena II y la lista de invitados en sus periplos no ayudaban a mejorarla. Cuando descubrió el poder de la comunicación y fichó a Alfredo Urdaci como jefe de prensa ya era tarde. Había perdido la batalla de la imagen y de la credibilidad.

En estos días son muchos los que han escrito de Paco “El Pocero”. El lunes pasado Carlos Segovia recordaba una entrevista en El Mundo en 2008 con Francisco Hernando: “Mi obra en la hípica del señor Bono la pagaron sus patrocinadores”. ¿Y pagó luego el señor Bono a sus patrocinadores? “Ni lo sé ni me importa. Mi proyecto en Seseña ya lo tenía aprobado”.

Dicen que se ha llevado a la tumba el libro de firmas de los sucesivos yates hasta llegar al Clarena II. Ese podría ser el superventas del año.