En aquellas crónicas de Joaquín Vidal en El País de finales de los años setenta, se puede comprobar con quién se las tenía que ver Raúl Sánchez, el torero de Talavera recientemente fallecido, en aquellas tardes de domingo de verano en Las Ventas y el aprecio con que el maestro de cronistas taurinos le distinguía.
Raúl Sánchez, como la mayoría de los que alternaban con él, tenían que apencar con todo lo que iba quedando en los corrales desde San Isidro hacia adelante; y cuando tenían la “suerte” (rara vez) de lidiar una corrida completa se encontraban con aquellas ganaderías que alguna vez tuvieron prestigio para lidiar a Madrid, pero que por su dureza, o simplemente porque se habían ido abajo, las huían las figuras. Ahí van unas cuantas de las citadas en esas dieciséis crónicas de Joaquín Vidal entre los años 1977 y 1982: Sánchez Cobaleda (con trapío, peligrosos) Rodríguez de Arce y García Romero (mansos, broncos, con peligro), Fernández Palacios, (cinqueños de gran trapío), Jesús Trillo (difíciles), Luís Albarrán (con cuajo, mansos y peligrosos), Maribañez, Luis y Nicolás Fraile, Arauz de Robles, Manuel Álvarez, Campos Peña, Marqués de Villagodio o los Prieto de la Cal, acompañados de titulares como: “Toros de pesadilla en Las Ventas,” “Hiicieron arte con la corrida terrorífica” o “Cogida horrorosa de Raúl Sánchez”
Y los compañeros, los otros raúles que lo intentaron, que tragaron con aquellos toros de pesadilla y que a veces, como él, consiguieron el reconocimiento de un puñado de aficionados y algún crítico a carta cabal como Joaquín Vidal: Pepe Pastrana, El Melenas, El Charro, Justo Benítez, El Puno, Juan Ramos, Juan José, Antonio Rojas, Julián García, Calatraveño, Gallito de Zafra o Chinito de Francia.
Entre todos ellos, un solo nombre que acabaría siendo figura: el 30 de junio de 1980, Raúl fue el padrino de la confirmación de alternativa de José Ortega Cano, alternando con Lázaro Carmona. Pero aquella tarde, como tantas en Madrid de nuevo la figura fue Raúl:
“Raúl Sánchez consiguió sacarles pases, queremos decir torear, queremos decir dominar, a los sucios jaboneros claros de Prieto de la Cal.
Raúl Sánchez: el gran olvidado, la percha de los golpes, paradigma de la tosquedad para el taurinismo zafio; el que se la juega de mil veces mil, héroe para nada de los veranos sangrientos de Las Ventas; más torero que casi todos y más valiente que ninguno sin poderlo demostrar, salvo una vez al año frente a las gayumbadas, en juego sus femorales… …Poner a cualquier torero frente a lo de Prieto de la Cal es hundirlo en la miseria… …Pero cualquier torero no es Raúl Sánchez y la compañía. Cualquier torero es el resto del escalafón; no el jabato de Raúl, con José Ortega Cano y Lázaro Carmona… … Pero la pretensión no es vana si sale Raúl al encerado para despejar la incógnita de los jaboneros. El gran olvidado, la percha de los golpes, el que dicen tosco, con evidente injusticia, se faja, se cruza, se descara (valor), elige el terreno, la distancia, la suerte (técnica), mete al jabonero o lo que sea en la muleta, le exprime hasta el último pase, remata con hondura y se va alegremente de la cara como si allí no hubiera pasado nada (torería).”