Una de las grandes averías que se le han hecho al poder judicial en los últimos años, ha venido motivada por la eclosión de los jueces estrella y la facilidad con que el propio sistema les ha permitido saltar sin ninguna traba entre los tres poderes. Urge una reforma para impedir que un juez, un magistrado o un fiscal que abandona su carrera para entrar en política, pueda volver a ejercer en el sistema judicial. El poder judicial, por su propia naturaleza, como garante del cumplimiento de las leyes por los otros dos poderes, no puede aplazar más esa reforma.
Ya creía que asistíamos al nacimiento de una estrella mediática, pero no. Me refiero a uno de esos jueces estrellas capaces lo mismo de abrir causa a Petriquillo, el curandero que mató a Zumalacárregui, que emitir un auto de prisión sobre Hernán Cortés. Lo del juez de Alcázar y Criptana, que saltó a todos los medios de comunicación como el juez que se oponía a las mascarillas y a la prohibición de fumar, resultó ser una mala interpretación, y una peor lectura, si es que alguien la hizo, antes de publicar y comentar por esas teles de Dios lo que allí se decía.
El Tribunal Superior de Justicia de Castilla-La Mancha ha puesto las cosas en su sitio, y ha aclarado para aquellos que no se molestaron en leer y para aquellos que fueron confundidos por unos y otros, que la norma se echó para atrás porque incluía “la obligación de usar mascarillas en cualquier espacio, incluyendo espacios cerrados privados y domicilios particulares y sin distinguir edad”. Lo mismo ocurría cuando se prohibía fumar en terrazas independientemente de la distancia de seguridad, o cuando se prohibía la salida por cualquier motivo de los residentes en las residencias de mayores. Unas medidas, que razonaba el juez, “no guardaban el requisito de proporcionalidad y vulneraban de manera absoluta algunos derechos fundamentales.” De manera, que de juez estrella nada, y si juez de mucho sentido común y en defensa del Estado de Derecho.
Y es que, acostumbrado uno a los jueces estrella, ya andaba con la mosca en la oreja a ver si ahora nos salía otro Garzón manchego, que no anda la cosa del poder judicial para muchos meneos. Pero no, por ahora, lo que aparentemente y según lo pintaban los que no se habían molestado en leer la resolución, parecía contra el sentido común, es de lo más sensato que un juez podía decir ante el furor legislativo, verborreico y sermonil de algunos alcaldes y de algunas administraciones ante la pandemia.