Y Emiliano soltó la bomba. Una bomba mediática que recorrió los platós de televisión y las redacciones de los periódicos. Madrid tuvo la culpa de la primera ola y ahora la tendrá de todos los rebrotes. Emiliano como un Revilla o un Puigdemont cualquiera largando en televisión. Siempre la culpa la tiene el otro, en este caso Madrid, con su jodida movilidad y la jodida manía que tenemos los provincianos periféricos de buscarnos la vida en el foro, para luego volver cada verano y cada fin de semana al pueblo a beber botellines del “miau” en las fiestas. Emiliano era el que faltaba en esta España de la supuesta solidaridad nacional y el buen rollito del Dúo Dinámico. ¡Que me manden al ejercito antes de que se lo pida entero Torra! ¡A mí la legión! Era el que faltaba para hurgar en la herida de Madrid buscando las vueltas a su presidenta. ¿Tú también Emiliano, hijo mío?
Y es que la unanimidad en los medios ha sido total. García-Page se une a la campaña que culminará con una moción de censura contra la presidenta de Madrid. Y en el partido todos satisfechos y felices: por una vez Emiliano rema en la dirección que marca el timonel desde la Moncloa y no va a lo suyito. ¿O sí?, que diría Mariano Rajoy.
Hasta ahora todo había sido contención, moderación, palabras medidas. Ahora, me temo que se ha abierto otra etapa. Desde el PSOE se ha identificado, con todas las garantías científicas y sin ningún tipo de duda que Madrid tiene la culpa del brote, del rebrote y del contrarrebrote y todos, hasta Emiliano García-Page, se han puesto a la faena de demolición. Las buenas palabras, las buenas intenciones han quedado atrás. Empiezan a aparecer los culpables y empiezan a organizarse los ejecutores. Podemos estar tranquilos porque están identificados sin ninguna duda los responsables de todos nuestros males.
De la pandemia dijeron que saldríamos más fuertes y con el mandato constitucional y la obligación patriótica, como en Cádiz en 1812, de ser justos y benéficos, pero parece que la cosa se ha torcido. A falta de vacunas y del fracaso de la ingeniería de almas, buenos son los Comités de Salud Pública y la identificación del enemigo, que siempre es el otro. No hay otra que rascar. Volvemos por donde solíamos y Madrid y su pueblo solo es Madrid si el que mando soy yo.
Me temo que si alguien alguna vez creyó que tras la pandemia todo sería distinto, está empezando a comprobar el resultado. Como de todas las desgracias, poco bueno puede salir. Ahí está la bomba.