Una huelga siempre es un fracaso. Es el fracaso del diálogo sustituido por un puñetazo sobre la mesa. Llegar a la huelga siempre es traumático. En primer lugar para los trabajadores, pero siempre también para la empresa. Y uno tiene también claro que el derecho de huelga es un derecho fundamental en las sociedades democráticas. Otra cosa es la responsabilidad con que se ejerza, porque siempre que hay un derecho hay detrás un deber. Lo otro, lo de derechos sin deberes, es más propio de una sociedad infantilizada.
Al comienzo de este curso tan especial, algunos sindicatos de la Enseñanza llamaron a la huelga en Madrid. Afortunadamente la respuesta del profesorado fue minoritaria. En la mayoría del territorio nacional fueron también minoritarias o inexistentes las convocatorias. No hay que decir que, ya no la Administración Educativa, estaba en contra de la huelga, porque los que nunca comprendieron esa actitud fueron los padres de alumnos que llevaban en casa desde marzo. Hacer o convocar huelgas en dos sectores tan sensibles como la Sanidad y la Enseñanza en las actuales circunstancias le suena a uno a chantaje y traición de lesa majestad.
En Madrid, siempre Madrid, los MIR aprovecharon la situación para reivindicar sus legítimos derechos con una huelga que apenas duró pero que tuvo una amplia repercusión en los medios de información, que es de lo que se trata hoy. Ahora el sector de ambulancias ha convocado huelga en Castilla-La Mancha y uno tiene la misma impresión desagradable en el estómago.
Y es que si la movilización es general entre el personal sanitario desde los médicos hasta el último celador o limpiador en los hospitales, no se comprende que un sector tan importante hoy día, sobre todo en zonas rurales como la nuestra tenga la irresponsabilidad de añadir más problemas a los ya existentes y ya digo que tendrán todas las razones del mundo, como las tenían los maestros o los médicos de Madrid, pero nadie las comprende. Aunque nadie diga nada, porque no es popular criticar al obrero y a sus derechos, nadie tampoco lo comprende.
Uno ya conoce un par de casos de personas que debido a la prioridad que los enfermos de covid han tenido en los hospitales, han salido de la pandemia con un diagnóstico que lleva la mochila de un retraso que puede ser fatal dentro de unos meses. Ahora con la huelga de los trabajadores de ambulancias al servicio del SESCAM se han marcado servicios mínimos por la Administración, pero siempre que en un sector tan sensible como el sanitario, y más en los tiempos que corren, se producen efectos colaterales, por llamarlos de alguna manera políticamente correcta. Lo malo y cruel es que siempre tienen nombres y apellidos.