Afortunadamente la huelga convocada por el Sindicato Médico en plena pandemia ha sido un estrepitoso fracaso. La mejor prueba han sido las declaraciones de los portavoces del Sindicato Médico tras la jornada de huelga fallida y con las que uno no puede estar más de acuerdo: “Muchos médicos han puesto por delante al paciente”.

Uno piensa que el derecho de huelga es uno de esos derechos que distinguen a las sociedades libres de las dictaduras, pero también que hay ciertas profesiones y ciertas situaciones en las que su ejercicio debe ser medido con un cuidado exquisito para no producir el efecto contrario al que se desea. En general, las huelgas de los denominados servidores públicos son miradas siempre con recelo por parte de aquellos a quienes teóricamente tienen que servir, que no son otros que los usuarios de esos servicios. Lo mismo ocurre en cualquier servicio público, como el transporte aéreo, aunque los trabajadores no sean funcionarios, porque la gente siente, que en realidad en esa guerra, su papel siempre es el de rehén.

Uno, cuando entra en la función pública sabe bien lo que hace, entre otras cosas porque el tiempo y el esfuerzo invertido en el acceso, no se puede hacer inconscientemente y sin saber dónde te vas a meter. El opositor y el aspirante al puesto de funcionario, sabe mejor que nadie, el precio que hay que pagar por ello. No puede alegar ignorancia ni pretender luego comparar situaciones y condiciones con la empresa privada. La estabilidad, el puesto para toda la vida, no tiene comparación posible, y mucho menos en el mundo actual en el que el cambio de empleo, de actividad y de empresa, se multiplica de una manera que parecía imposible hace solo treinta años.

Pero dentro de la función pública, hay sectores, como las fuerzas de Seguridad, la Judicatura, la Educación y la Sanidad, en las que la vocación, la responsabilidad y el compromiso son valores añadidos que se sobreentienden y que están presentes siempre en las gran mayoría de sus componentes.

Por mucho que se hable y se reivindique a través de sindicatos de la función pública, la gran mayoría de esos profesionales saben que después de las dos grandes crisis que hemos sufrido en los dos últimos años, sus sueldos son dignos y sus condiciones laborales están muy por encima de las que muchos millones tienen que soportar en la empresa privada. La mayoría, a la hora de reivindicar, se conforma con un reconocimiento social que no tiene, por mucho Dúo Dinámico, aplausos y pancartas de héroes, que en un momento alimentaron el espejismo con los sanitarios.

La responsabilidad demostrada por los médicos con “ese poner por delante a los pacientes”, reconocido por los sindicalistas como motivo fundamental del fracaso, debería servir para buscar otra forma de presión alternativa a la patada a la Administración en el culo del paciente, que es una huelga.