Si algo ha salido reforzado y más vigoroso de esta pandemia ha sido todo lo relacionado con las nuevas tecnologías y el trabajo a distancia. Las empresas privadas se han adaptado a las circunstancias con el convencimiento de que no había otra manera de salir adelante. Era una cuestión de vida o muerte y muchas de ellas han demostrado una creatividad y una imaginación en las soluciones que las ha salvado. Es verdad que hay sectores, aquellos que necesitan la presencia del público en sus locales, que lo han tenido muy difícil y muchas de esas empresas han tenido que tirar la toalla o la tirarán en los próximos meses, pero también es verdad que la expansión de las empresas y las actividades on-line ha salvado una parte sustancial de muchos negocios.
Sin embargo, las experiencias personales que uno ha vivido a lo largo de estos meses difieren radicalmente según se haya tratado de una empresa privada o el sector público. Y lo peor es que, cuando lo he hablado con alguien, ni una sola persona me ha llevado la contraria. Todo lo más lo que han añadido ha sido experiencias aún peores. Mientras que todo son facilidades para alguien que pretende un servicio o un producto de un empresa privada, cuando hay que tratar con la Administración una montaña gigante se levanta en la mayoría de los casos. Trámites que antes se realizaban en el mismo día se aplazan ahora semanas y meses y uno tiene la impresión de que es algo generalizado y que atañe a sectores tan importantes como la Sanidad o la Seguridad Social como si todo hubiera ido para atrás a aquella España de Larra del “vuelva usted mañana”.
Un ejemplo sangrante es lo que está ocurriendo con las citas previas en las oficinas de la Seguridad Social. Anteayer mismo conseguí por fin, tras días intentándolo, una cita para un amigo que se jubila para dentro de un mes, con el objetivo de tramitar su pensión. Mi amigo no tiene internet y, como dice él, son muchos los que no saben cómo hacerlo, porque intentarlo por teléfono es simplemente una burla cruel en la que las esperas, previo paso por números que tarifan aparte, siempre acaban en un callejón sin salida para desesperación del usuario.
Pues sí, el otro día logré por fin la cita previa para mi amigo cuando, siguiendo las indicaciones de alguien, lo intenté de madrugada. En el horario que sería lógico que nadie lo pruebe porque pierde el tiempo. Hay que intentarlo entre la una y las siete de la mañana…
Dentro de un mes alguien le recibirán y alguien hablará de lo eficiente, lo moderna y lo segura que es la Administración Pública y como ha sabido adaptarse a las circunstancias. Claro, que otra cosa es lo que piensan los usuarios de a pie como mi amigo, o el que lo firma. Pero eso es algo que a muy pocos dentro de la propia Administración parece que no les importa.