El consenso tiene buena prensa, pero a la hora de la verdad, lo que se impone abrumadoramente en la práctica del día a día político es la confrontación y el frentismo, la radicalidad y el blanco y el negro, y en eso los populismos de izquierda y derecha se han llevado el gato al agua. El consenso tiene buena prensa, pero la verdad es que en la Transición el consenso de las Cortes Constituyentes se recibía con no pocos sarcasmos en una buena parte de los medios y la “intelectualidad de la época”. Repasen las hemerotecas de aquellos años y ya verán como la palabra consenso llegó a asimilarse a “pasteleo” y Adolfo Suárez a Martínez de la Rosa, alías Rosita la pastelera.
Los dos grandes partidos, por mucho que prediquen lo contrario, huyen de los acuerdos y el consenso como si se acomplejaran ante aquellas consignas que han encumbrado a los populistas y sus discursos radicales: “Psoe, PP, la misma mierda es” y cosas por el estilo. Cuando confrontan y embisten, unos y otros dan la razón a sus descarriados a izquierda y derecha. Asumen su lenguaje y su táctica de dos mundos que no se pueden mezclar sin contaminarse. El gran fracaso de Ciudadanos, reconocido por su fracasado líder y fundador Albert Rivera, que se ofrecía como la garantía para superar esas dos posiciones irreconciliables desde el centro, fue no saber hacer ese papel con Pedro Sánchez. Y si eso no era posible porque Sánchez en realidad lo que quería era pactar con sus populistas de izquierda, no haber sabido mostrarlo a sus votantes.
Por eso, en este ambiente de oposición por oposición (y no hace falta poner ejemplos, porque lo de Núñez en Castilla-La Mancha, contra las medidas de Page por el Covid-19, tiene el mismo patetismo que el del PSOE y sus amigos mediáticos en Madrid), en ese ambiente, digo, a uno le parece valiente, estimulante y esperanzador lo que el grupo Popular de la Diputación de Albacete, con Manuel Serrano y Antonio Martínez al frente, ha decidido con respecto a los presupuestos de esa corporación para el año que viene, que no ha sido otra cosa que su apoyo unánime para su aprobación.
Los dos grandes partidos han negociado. Unos han propuesto, otros han aceptado enmiendas, y los unos han vuelto a proponer a negociar y a aceptar. Claro, que para ello hace falta que los “hunos y los otros” retiren, al menos de la vista, a esos malos y malas, que también las hay, de oficio y de spaguetti western, que diría el amigo Javier de Pablos, a los que es imposible presentar como ejemplo de diálogo, y que no hay día que no se le aparezcan a uno en los telediarios regionales, como la peor de las pesadillas.