A España le hacen falta unos cuantos “Rafaeles Nadales” para echar mano de ellos cuando todas las cosas van mal y no parece haber una salida. Nadal representa el valor del talento construido sobre la base de la humildad, el trabajo y no rendirse nunca. Cada vuelta de Rafa a Roland-Garros supone una inyección de adrenalina, de moral, de autoestima para millones de personas de todo el mundo que se identifican con los valores que representa, porque sienten que no todo está perdido en un mundo en al que los valores tras los que corremos la mayoría son bien diferentes. Con Nadal todos sentimos que alcanzar un sueño está al alcance siempre que seas capaz de pagar el precio del trabajo constante, de la humildad, de aprender y mejorar cada día. El cine nos ha explicado que el sueño americano no es fruto de la suerte o de la casualidad, sino de la creencia en sí mismo.
Talavera lleva años hundida en una depresión que parece no tener fin. Cuando Talavera sale los telediarios es casi siempre para hablar de cifras de paro, de un tren que no llega o del último movimiento ciudadano que intenta que no se instale el olvido en los centros de poder. La excepción fue el martes por la noche, cuando MasterChef mostró a toda España la cara buena de la ciudad de la mano de nuestro Rafael Nadal particular, que no es otro que Carlos Maldonado.
Y es que Carlos Maldonado, con una frescura y una naturalidad que no ha perdido a pesar de haber conseguido su particular sueño, se ha convertido en uno de esos referentes que tanta falta hacen a los que empiezan en cualquier oficio, para demostrar que a base de trabajo, ganas de aprender, simpatía, talento y no creerse nunca más que nadie es posible llegar a lo más alto de una profesión. El ejemplo de Carlos Maldonado se parece mucho al de Rafael Nadal porque le pone a uno delante de una persona que se ha hecho a sí mismo a base de humildad, trabajo y talento. En Talavera de la Reina, una ciudad castigada, deprimida, que lleva tres o cuatro décadas buscándose a sí misma sin hallar un camino claro y constante, ha surgido un ejemplo que rompe radicalmente con toda esa carga de pesimismo y caminos sin salida que nos invade: un cocinero que lucha por ser el mejor, que tiene los pies en la tierra y que demuestra que el trabajo, la constancia, la tenacidad, la disposición para aprender son valores que afortunadamente no se han perdido.
El otro día, viendo a Carlos Maldonado como anfitrión en sus dos establecimientos en Talavera del programa que presumía de él como el único alumno con una estrella Michelin, uno se sentía, otro año más, en Roland-Garros.