Un hombre ha matado a tiros a un presunto asaltante de su vivienda en Ciudad Real. El hombre tiene setenta y siete años, el presunto asaltante treinta y cinco. El hombre, que reconoce haber disparado cuando oyó que un grupo accedía a su vivienda, es una persona normal y muy conocida en Ciudad Real. El presunto asaltante es un extranjero con antecedentes delictivos. El hombre que disparó ha colaborado en todo momento con la policía y con el juez. El juez ha dictado orden de prisión provisional que recurrirá su abogado bajo el argumento de legítima defensa y miedo insuperable. Los abogados no entienden que una persona mayor, con arraigo familiar y social suponga un riesgo de fuga. Un suceso que se convierte en una pesadilla para una persona mayor. En fin, todos los componentes para que mucha buena gente, de orden, de la que cumple las leyes como un hábito imposible de desarraigar, piense que hay algo en ellas y en su aplicación que no funciona.
No es difícil ponerse en el lugar de una persona mayor que a media noche nota que su casa es asaltada y que tiene un arma a mano. A nadie le extraña a estas alturas que VOX reclame otras leyes “que protejan a las víctimas y no a los delincuentes”. Todo parece el comienzo de un thriller, porque ya se sabe que el diablo siempre está en los detalles, aunque la primera lección para cualquier persona normal y “de orden” está dictada. Que Dios nos libre de algo así.
Alguien dirá que la desgracia de ese hombre era tener un arma a mano y haber tirado de ella. Quizá sin un arma hubiera tirado de teléfono o los delincuentes hubieran acabado con él. ¿Estaba solo? Ahora mismo, no sabemos si la persona que defendió su casa estaba solo o acompañado, tampoco qué tipo de arma disparó y qué licencia tenía. Son los detalles por los que siempre anda el diablo.
Lo que algunos aducen, con que en unos cuantos de los cincuenta estados de los Estados Unidos, disparar a alguien que entra en tu domicilio sin tu permiso está santificado por las leyes no deja de ser una falacia. Esas leyes y su aplicación por los jueces son más complejas en los Estados Unidos de lo que algunos quieren vender. Y es que lo más fácil es reducir la complejidad de la vida a esas fórmulas simples de izquierda o derecha, que prometen remedios para todo y que tantos millones de muertos le han costado a la Humanidad.
Intuyo que en este aparentemente, simple, rotundo y claro suceso todavía hay muchas cosas que saber. La verdad casi siempre es más compleja.