A uno, cuando era joven, le enseñaron que el sentido crítico, la puesta en duda permanente ante la aparente verdad eran algo que distinguían al pensamiento de izquierdas frente a quien se encerraba ante un mundo inmutable y que no debía cambiar. Bertold Brecht era el modelo que se nos proponía a la gente que andábamos por el mundo del teatro como el paradigma del pensamiento dialéctico que surgía del acto de dudar: “Loada sea la duda”.
Luego, desgraciadamente, uno comprobó que poner en duda algunas verdades inmutables era sumamente peligroso en el ámbito de las izquierdas. Dudar de la bondad del sistema en la Unión Soviética, en China, en Cuba, o en cualquier lugar en el que los comunistas tuvieran el poder era cuestión de vida o muerte. La izquierda comunista, en cuanto alcanzó el poder, como comprobarían en carne propia gente como George Orwell o Arthur Koestler, cambió la duda por la fé incondicional, y, todo su rigor crítico por la sumisión a las verdades inmutables que las religiones llevaban predicando durante siglos. En la izquierda comunista y aledaños hoy solo existen certezas y verdades evidentes e inmutables. Poner en duda su verdad lleva irremediablemente a ser revestido por el sanbenito inquisitorial de facha. Otorgan carnets de demócrata con la desfachatez y la desvergüenza del okupa que se ríe del propietario de la vivienda usurpada.
Y la peor prueba de que esa izquierda que nos incitaba a la duda y a utilizar el sentido crítico contra lo establecido como verdad evidente ha abandonado a la razón para adoptar la teología, es el desprecio por la Historia y su sustitución por la Memoria, algo paradójico para quienes supuestamente defienden la objetividad de la ciencia frente a la subjetividad de la memoria. Pero así es. Odian la Historia. No soportan ver sus dogmas de bondad universal enterrados por los millones de muertos que sus experimentos sociales han provocado. Además, con la memoria por delante, pueden ganar batallas y guerras después de haberlas perdido.
Aborrecen la Historia porque se niegan a aceptar que sus ídolos fueron ante todo criminales de masas. Se niegan a aceptar que el totalitarismo criminal de Stalin o Mao tiene la misma naturaleza podrida que el de Hitler o Mussolini. Temen la Historia y ejercen de inquisidores contra cualquier obra o historiador que no entre en su catecismo.
En Albacete, los comunistas del Partido Comunista (estos al menos no esconden lo que son), los comunistas de Izquierda Unida y los comunistas del Foro de la Memoria (unos y trinos) han pretendido que el alcalde prohibiera el acto de presentación de un libro que lleva en el mercado desde el 2019, editado por La Esfera de los Libros, y una conferencia sobre las novedades bibliográficas de la División Azul. Como se ve, todo en la línea de promover la duda, la ciencia, la dialéctica y abolir la Inquisición y el “Índice”. Yo no he leído ese libro pero me fío de alguien como Arturo Pérez Reverte que lo avala como “documentadísimo, riguroso y monumental". Ellos, prefieren la memoria.