Una librería de Madrid, especialista en escritoras, ha quitado de su catálogo todos los libros de Carmen Mola después de que se descubriera que tres escritores, guionistas de cine y televisión se escondían tras el seudónimo. Mujeres y Compañía, que así se llama la librería, ha devuelto todos los libros a la editorial después de lo que consideran un fraude: “Mola más que los señores no ocupen esto”, han dicho. Perfecto. Están en su derecho. Sólo quieren mujeres escritoras y Carmen Mola son tres tíos emboscados tras un nombre de mujer.
Jorge Díaz, Antonio Mercero y Agustín Martínez se curraron el personaje. Lanzaron tres novelas que eran un éxito, nunca aparecieron en escena, y luego, como enseña la historia del Premio Planeta, se dejaron querer por su propia editorial. Nada nuevo en la construcción de un escritor y una trayectoria. Eso sí, utilizaron un nombre de mujer que es algo que, como se ha visto por la reacción de Mujeres y Compañía, es una broma que va más allá de las reglas de género políticamente correctas.
Ya se sabe que según el nuevo catecismo del progresío uno puede elegir su género a voluntad. No hay límites físicos, químicos, ni barreras que saltar. Uno se siente mujer y desde ese momento tiene que ser considerado mujer, por mucho que las supuestas apariencias (una convención de nada) lo desmientan de una manera que uno tampoco se atreve a calificar como empíricamente evidente. Eliges ser hombre, mujer o cualquier otro género dentro del catálogo que nadie puede impedirte imaginar y ya está.
Pero por lo que se ve, don Jorge, don Antonio y don Agustín no entran en los límites de la amplia regla. Han elegido ser mujer para escribir, pero no entran en esa categoría de género que se otorga tan generosamente a cualquiera que no sea Carmen Mola por el hecho de querer. Los tres escritores quieren ser Carmen Mola, una y trina, pero algunos de los que otorgan carnets de género a la carta han decidido que la cosa suena a coña y a provocación de tres señores. Se arrepienten las mujeres libreras de Mujeres y Cía de haber promocionado a tres hombres que pretendían ser una mujer tan de ficción como sus novelas. Ayer, La novia gitana, La red púrpura y La nena eran promocionadas y vendidas -con gran éxito, por cierto- como novelas de mujeres. Hoy ya han pasado a engrosar las filas de la literatura de hombres más abyecta. No pasan la prueba. Seguro que siguiendo el gesto de Mujeres y Cía, ni una sola mujer a la que le encantó la trilogía leerá La bestia.