A José Bono se le puede negar cualquier cualidad como político, excepto la de tener el don de la oportunidad. Cuando estaba en activo no había semana en la que no metiera la cuchara en la actualidad. Ahora de jubilado no se ha resignado a seguir saliendo en los papeles. Algunos dicen que su presencia en los medios, su resistencia a desaparecer de la vida pública, tiene mucho que ver con la defensa de su imagen y de su patrimonio. Otros simplemente al hecho de que es un animal político que morirá con las botas puestas y disparando desde su trinchera.
El “Archivo de Bono” que acaba de poner a disposición de los investigadores a través de la Fundación Pablo Iglesias ha sido durante los últimos años la fuente de sus principales ingresos, con sus tres tomos de memorias gestionadas por Planeta y un adelanto que sirvió para cerrar bocas a los que reclamaban luz sobre su patrimonio. El otro archivo de Bono, el que no tuvo sitio en esos tomos de memorias, porque según el propio Bono la ley en España es muy estricta y él ha hecho suficiente con llegar al límite, es para muchos el verdadero archivo de Bono que nunca verá la luz. Bono, como casi todo el mundo, vale mucho más por lo que calla que por lo que dice. No es ninguna excepción.
Las memorias de Bono, según el mismo confesaba cuando se presentó el primer tomo, se hicieron día a día, gracias fundamentalmente al trabajo de una secretaria a la que al final de la jornada recogía los documentos del día y a la que dictaba sus impresiones. Nada que ver con esa escritura solitaria a la manera de Manuel Azaña, quien cada noche se encerraba con su diario. El archivo de Bono se ha levantado gracias a los recursos públicos de los que disfrutó como presidente de Castilla-La Mancha, de ministro de Defensa y de presidente del Congreso por lo que lo lógico también es que todos los documentos que no pertenecen al ámbito privado vuelvan a su origen. No hay ninguna generosidad en ello. Es algo que en cuanto el propio autor explicó públicamente como se habían escrito esas memorias se reclamó. La mayoría de los papeles de Bono eran los papeles de todos y sometidos al régimen de cualquier documento oficial en la Administración del Estado. No faltaron voces que llamaron la atención sobre ello.
Ahora Bono nos vende generosidad mezclando papeles y documentos que son estrictamente privados con otros que son de todos, y de los que se puede afirmar que como mínimo es dudoso legalmente que se hayan utilizado para fines particulares y que siguieran estando en sus manos usándolos a discreción. Todo el mundo sabe también, que tampoco estos son los papeles de Bono.