La oportunidad para los agricultores de la región parece a simple vista evidente: Ucrania aportaba hasta ahora el sesenta por ciento del girasol que se consumía en España. Los precios de la semilla de girasol y del aceite se han disparado. La demanda, si uno mira a las restricciones que se ponen en los supermercados parece no tocar techo a pesar de precios nunca vistos y en la región, según la Junta, hay disponibles seiscientas mil hectáreas de barbechos que podrían acoger una siembra que promete unos resultados garantizados... Todos los astros parecen confluir por una vez para que en el campo se produzca el negocio del siglo, y, sin embargo, en cuanto se hurga mínimamente en esas cuentas que se hacen hay factores que empiezan a no cuadrar.
Como cualquiera sabe, la inmensa mayoría de los terrenos en barbecho están en esa situación como consecuencia de la Política Agraria Comunitaria (PAC) que impone el abandono del cultivo de muchas de esas tierras mediante la subvención. Se premia no producir, algo que se justifica con argumentos de todo tipo entre los que se han impuesto en los últimos años la idea de hacer volver a muchas de esas tierras a su estado natural, antes de que el agricultor se convirtiera en el factor determinante para romper el ciclo de la Naturaleza y contribuir con ello a la degradación del planeta.
Para la ideología universal políticamente imperante, el agricultor y el ganadero no hacen otra cosa que llevar al planeta Tierra a su desaparición. Por eso se imponen políticas en las que se prima la subvención al abandono de tierras antes que motivar la producción de riqueza y alimentos. El propietario de tierras, como haría cualquiera, ha sucumbido a la tentación del dinero por no trabajar y se ha dejado de quebrar la cabeza, por lo menos durante unos años, intentando sortear todos los obstáculos que le supondrían empeñarse en seguir produciendo.
Por eso, desde las organizaciones agrarias como ASAJA se ha avisado a los agricultores que tienen sus tierras en barbechos subvencionados que echen bien sus cuentas y no se precipiten ante una de esas coyunturas de mercado que tan bien se conocen en el campo.
¿La situación de emergencia permitirá mantener la subvención al barbecho a los agricultores que opten por sembrar girasol?
Y es que además, ya se sabe como es el campo, en el que seguros, contratos, cuentas y proyecciones casi nunca son lo que aparentan. Echar las cuentas y bien es el consejo, y me temo que esa cosecha fácil de girasol procedente de la Meseta Castellana que algunos auguran no se producirá. En el campo no valen las cuentas de Gran Capitan.