No tengo ni idea de cómo han caído los elogios del nuevo presidente nacional del PP en el entorno de Paco Núñez, pero sospecho que ni mucho menos bien y para ello no hace falta realizar un ejercicio forzado de empatía. Las palabras de Feijóo me han llevado a otra época. A aquellos años en los que Bono aparecía como invencible y en la calle Génova la situación se consideraba de una manera natural, porque se sabía también, algo confirmado elección tras elección de manera empírica e incontestable: los castellano-manchegos votaban invariablemente a Pepe Bono en las autonómicas, mientras se decantaban mayoritariamente por el PP en las generales.
Bono tenía claro dónde estaban los caladeros de votos en la región, se aplicaba a ellos y no disimulaba su buena sintonía con los dirigentes nacionales del PP, algo que Page repite con la constitución de la nueva sociedad de bombos mutuos con el eterno presidente gallego recién desembarcado en Madrid. Todos contentos.
Y es que, mientras que en Madrid las necesidades de la geometría Frankestein de Pedro Sánchez imponen al PSOE una agenda económica y política que pierde votantes naturales a chorro, Emiliano García-Page abandera el discurso clásico y la forma de gobernar de la socialdemocracia que siempre representó el PSOE, hasta que un tal Zapatero descubrió la cuadratura del círculo o de cómo tirar en el poder a costa de aquel lema de “como sea” con el que arengaba a sus colaboradores.
Está claro también que el votante español, tras más de cuarenta años de democracia, sabe lo que vota casi siempre y discrimina la papeleta electoral que escoge conforme a las elecciones en que se le pide opinión. Es verdad también que hay ciudadanos que nunca votarán a un determinado partido por mucho que considere a su candidato como el más indicado para representar sus intereses, pero sí existe un tipo de votante que elige por encima de las siglas, y eso es algo que no solo ocurre en los pueblos, “dónde todo el mundo se conoce y se vota a la persona y no al partido”.
Me temo que esas primeras encuestas que auguran que la suma de escaños de PP y Vox en las próximas elecciones autonómicas puede alcanzar una mayoría absoluta tengan el mismo fondo de verdad científica que las del CIS de Tezanos. No veo yo a Emiliano García-Page perdiendo unas elecciones arrastrado por la decadencia y la deriva de Pedro Sánchez. La gente sabe lo que vota, a quién vota y para qué vota y para ello Emiliano lleva afinando un discurso y ejecutando un programa que cada vez le aleja más del sanchismo y de todo lo que huela a ello.
Feijóo, sin ningún rubor, elogia a Page y se identifica con él. Su mirada está puesta en la Moncloa. Lo siento por Paco Núñez. La vida es dura para cualquiera que tenga a Bono o a Page como adversarios.