Por si no estuviera claro hace una pila de años, ahora la ministra de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana, que es la forma podémica, cursi y demagógica para llamar al Ministerio de Fomento de toda la vida, lo acaba de remachar: el Gobierno portugués, y el de Sánchez no le va a llevar la contraria, prefiere pasar por Salamanca, Zamora o Lugo, si es menester, para ir a Madrid en AVE, que seguir el camino natural que dicta la razón y unir las dos capitales por Badajoz y Talavera.
En realidad, los portugueses desde el siglo XVII para acá, no han querido saber nada con el único vecino con el que mantienen una larga frontera terrestre y han preferido darle la espalda y buscar las alianzas a través de la mar océana con la “pérfida Albión”. José Saramago y muchos otros pensadores portugueses lo han repetido hasta la saciedad: España y Portugal son dos países que se dan la espalda y no hay manera de cambiar la relación. El ejemplo del tren de alta velocidad, como la de cualquier infraestructura que haga más fácil la relación, es muy significativa y solo hay que recordar que en el único punto de España en el que se ha estado en contra de la articulación física del territorio ha sido el País Vasco cuando con el auxilio de “los que movían el nogal”, los que recogían las nueces, desataron aquella campaña contra la construcción de la Y vasca. Algo insólito, ya digo, si no se miran las cosas con las anteojeras del rancio nacionalismo de exaltación de la aldea.
Los portugueses quieren un tren de alta velocidad que les una con Europa, que para ellos como para el chauvinismo francés, empieza en los Pirineos. Si no tienen otra que venir a Madrid, aunque sea de paso, prefieren hacerlo dando un rodeo por donde da la vuelta el aire. Siguen viendo las vías de ferrocarril y las autopistas conjuntas como la mejor forma de invitar al vecino a invadir el país. Y en esto se han encontrado con la comprensión de un rosario de gobiernos españoles que no han tenido ningún interés en invertir en infraestructuras de primera en el oeste peninsular.
Cuando la ministra de no sé cuantas cosas ha dado cuenta del camino portugués que lleva a Madrid nadie le ha preguntado en qué manera afectará a la construcción de la línea que unirá algún día, Dios mediante, a Extremadura y Madrid, con un servicio acorde con el siglo XXI en que nos hallamos, porque todo el mundo da por hecho que de nuevo se acumularán retrasos que añadir al rosario de los acumulados.
Otra mala noticia sobre una infraestructura que desgraciadamente es una fuente inagotable de disgustos para Extremadura y el Oeste toledano. ¡Hay que joderse!