Mark Zuckerberg ha hablado con sus empleados y todas las alarmas han saltado en Talavera. El señor Zuckerberg es el dueño, el creador y el todo, de esa compañía gigante que tiene más de ochenta mil empleados en todo el mundo y que con la creación del Campus Data Center de Talavera invertiría mil millones de euros y crearía 250 puestos de trabajo directos, además de los mil que se emplearían en el proceso de construcción. Un regalo fabuloso para una ciudad en la que las noticias sobre trabajo y empleo no son precisamente demasiado positivas desde hace años.
Es normal que en cuanto el señor Zuckerberg ha hablado de reducir el tamaño de la compañía, paralizar contrataciones sin descartar despidos y ajustar el presupuesto, tras veinte años de expansión constante, el que más y el que menos teme la repercusión que se puede producir en los planes expansivos que incluían a Talavera. A perro flaco todo son pulgas y aquí no hacen falta que aparezcan los insectos para que la gente comience a rascarse.
Y es que todo lo que parece acechar, no sólo a España sino a todo el mundo, tras esas señales de inflación, dudas, ralentización del crecimiento, etc., son cosas que uno ya ha vivido unas cuantas veces y sabe lo que significan. Si el presidente de una empresa anuncia ajustes y hace una lectura no precisamente positiva de la situación de la economía mundial, es normal que, aunque uno quiera ser optimista, los nubarrones de tormenta aparezcan en su horizonte visual. Veremos cómo acaba todo esto, porque después de sabido lo que piensa el responsable de toda la compañía la primera reacción ha sido un silencio general que a uno le huele a miedo a romper el encanto de algo que todavía los talaveranos y la gente de la comarca no nos acabamos de creer, por aquello del perro pulgoso y para colmo apaleado desde hace tiempo. No hablar de algo que está ahí es una manera como otra cualquiera de defenderse de la dura realidad y uno lo entiende.
La esperanza a la que uno se agarra es a relativizar los fríos datos y se obliga a pensar que tiene entendido que ese centro de datos es imprescindible, no ya para la expansión y el crecimiento de la compañía, sino simplemente para la renovación “rutinaria” que este tipo de empresas necesita cada cierto tiempo, como uno necesita cambiar el modelo de móvil o de ordenador portátil. Lo de Talavera no dependería de la coyuntura económica sino que sería una ineludible renovación con crisis o sin crisis económica por medio. A esa esperanza y a que al fin y a la postre los doscientos cincuenta empleados de Talavera apenas suponen un cero coma tres por ciento de sus ochenta y cuatro mil empleados. Toco madera.