Los políticos tienen que estar bien pagados y los primeros que merecen tener un sueldo digno de acuerdo a su dedicación son los hombres y mujeres que dedican su tiempo a la gestión de sus pueblos. Es verdad, que en el ámbito rural hay muchos que se dedican a la política local sin recibir nada a cambio. Si acaso disgustos y malas caras porque siempre habrá alguien que no esté de acuerdo contigo. Alguien dirá que para muchos de ellos el disfrute de mandar en su pueblo les compensa de todos los disgustos. Esa era la pasión del mando, que decía Marañón. No hay sueldo que pague ese goce. Tan legítimo como sentir la vocación de servicio por tu pueblo es sentir esa pasión a cambio de nada o de unas dietas por asistencia.
Cuando el año pasado salió la lista de los alcaldes mejor pagados en la región a uno le llamó la atención que la alcaldesa mejor pagada fuera Tita García, la alcaldesa de Talavera, porque entonces y un año después, Talavera era y es una ciudad que bracea para salir de una crisis profunda en la que afortunadamente parecen abrirse ciertas esperanzas. Tita reaccionó y dijo que se bajaría el sueldo y parece que lo ha hecho aunque siga encabezando la lista.
Lo que sigue llamando la atención es la disparidad de criterios y la forma en que se aplican a lo largo de todo el territorio nacional para pagar a unos políticos que, vuelvo a insistir, tienen que tener un sueldo digno y a la altura de sus responsabilidades. Quizás en la administración local el sueldo de los alcaldes podría venir fijado por el sueldo que perciben los funcionarios mejor pagados dependientes del municipio, el número de habitantes, el presupuesto anual y la situación económica y social de la población a través de los índices de riqueza y bienestar más usuales. Cualquier cosa antes que esa aparente libertad para colocarse sueldos a discreción en cuanto se consigue una mayoría de concejales dispuestos a repartirse “liberaciones”.
Mientras no exista esa regulación, cada año cuando se conozcan el sueldo de los alcaldes se producirán los mismos gestos de asombro y estupor ante algunos casos que llaman necesariamente la atención y que no favorecen la imagen de los políticos. Deben existir unos criterios objetivos para fijar unos sueldos que deben ser dignos, pero también ejemplarizantes en cuanto a los valores que se proclaman en la Constitución. La persona que dedica su tiempo a la política debe estar bien pagada pero nunca puede aparecer delante del ciudadano de a pie como un privilegiado. En ese justo medio está la virtud que a cualquiera se supone.