La tertulia taurina de la galería Cerdán se reunirá el sábado en un hotel de Talavera. Manolo Cerdán no quiere que sea un homenaje para él y para Sara, su mujer, sino una reunión de amigos que desgraciadamente tuvieron que dejar de reunirse en marzo del año veinte por la jodida pandemia. Luego con la normalidad recobrada nada ha sido igual, pero el espíritu de una tertulia que se reunió cada quince días desde el año 1984 está presente.
Lo de la tertulia taurina de la galería Cerdán es un caso único, una rareza que comienza en el hecho singular de que alguien se preste durante casi cuarenta años a recibir en su casa a una media de más de treinta personas los jueves cada dos semanas, sin ninguna contrapartida a cambio, sino la presencia de quien tuvo a bien asistir a ella. Ni cuotas, ni estatutos, ni cuentas, ni directivas, ni ninguna clase de compromiso a sus participantes. Allí se abría la puerta a todo el que llamaba con la misma naturalidad con la que cada tarde se ofrecía unos chatos de vino y un humilde acompañamiento de patatas fritas o aceitunas.
Y es por esas características singulares de la tertulia es por lo que cree uno que ha durado tantos años, y duraría muchos más si el paso inexorable del tiempo no impusiera su ley, porque aunque no lo parezca Manolo y Sara han pasado ya de los noventa y eso se dice muy pronto, pero pesa sobre cualquiera. Manolo Cerdán se opuso radicalmente a acoger en su casa a una peña o una asociación taurina al uso regida a la manera habitual y que tiene. Precisamente en esas normas convencionales la mayor de sus debilidades. Puso su casa y todo lo que fuera menester, sin pedir ni admitir nada a cambio porque cuando hoy se habla con él sigue convencido de que era la única forma de que no aparecieran los achaques inevitables en este tipo de asociaciones.
Yo no conozco a nadie que, sin gozar de grandes recursos económicos, e incluso gozando de ellos, haya sido capaz de mantener algo semejante durante tantos años. Recibir en tu propia casa a treinta o cuarenta personas cada quince días, durante casi cuarenta años, poniendo como condición que no quieres nada a cambio y que cuando haya una contrapartida de cualquier tipo se acaba el invento, está solo al alcance de personas que tienen las toneladas de generosidad que tienen Manolo y Sara.
Y ahora, el próximo sábado, veintiséis de noviembre, nos reuniremos todos los que tantas veces lo hemos hecho en su casa, en el hotel de la Estación de Autobuses, alrededor de estas dos personas irrepetibles, sin los cuales nada de lo que todos recordamos ahora con nostalgia y cariño hubiera sido posible. Muchas gracias, Sara y Manolo.