La Asociación de Afectados por Parques Naturales ha puesto a la administración del Parque Nacional de Cabañeros contra una contradicción, de las muchas que se dan en este mundo, en el que el buenismo animalista se ha impuesto como verdad única a la manera más clásica de las ideologías totalitarias: resulta que, tras la prohibición de la caza y la evidencia de que era imposible controlar la superpoblación de especies como el ciervo o el jabalí si no era mediante la eliminación de ejemplares, se puso en marcha un plan de capturas, para posteriormente llevar los animales al matadero en las mismas condiciones que cualquier especie ganadera.

Según los resultados de ese plan más de una tercera parte de los animales capturados mueren, debido al estrés asociado a la captura, y no llegan al matadero. El supuesto bienestar animal y la ventaja humanizante del método que tendrían la captura, cautividad, traslados y, en definitiva manejo de un animal silvestre, se han revelado a todas luces como causantes de trastornos y traumas que supuestamente pretendían evitar en el animal.

No hace falta ser cazador (yo los únicos tiros que he pegado en mi vida han sido en la mili en el campo de tiro), sino sentido común, para defender la caza como una actividad imprescindible para la preservación de la vida en los espacios naturales donde la superpoblación es una verdad irrebatible en cuanto la caza y el cazador desaparecen.

En un ecosistema mediterráneo, como es el de Cabañeros, un paisaje modelado durante siglos por la mano del hombre, que lo ha conservado con la premisa de mantener su riqueza animal y vegetal, pretender arrancar de raíz una actividad como la caza, solo se le puede ocurrir a quien no tiene ni la más remota idea de lo que se lleva entre manos o, no tiene otra alternativa, como contemplamos estos días a nivel nacional en temas más graves, que seguir el camino que le marcan los socios de gobierno de los que depende para seguir encadenando disparates en el BOE.

Los grandes defensores del bienestar animal y el reconocimiento de unos derechos a la altura de los humanos, han hecho en Cabañeros un pan como unas hostias. La dinámica de un animal sometido a todas las etapas  de manejo que conlleva trasladarle a un matadero, es lo más alejado que pueda pensarse a un final digno, de la vida natural y ecológica que dicen defender los que consideran la caza como inadmisible en una gestión racional de los espacios protegidos.

Pero uno se da cuenta de que, sea por corrección política, sea por necesidad, o por cualquier otra causa, esas supuestas verdades se imponen cada día que pasa y no sirve para nada que la realidad, como en Cabañeros, pretenda disuadirles de su verdad absoluta. Soy pesimista