Se ve que uno hace mucho tiempo que no está al día en la hidrología de la Península Ibérica, porque el otro día Teresa Ribera, la ministra del ramo, le sorprendió a uno refiriéndose de manera reiterada en unas declaraciones en televisión al río Tajo como el más caudaloso de la Península. Por lo que se ve, si uno hace caso a esta señora, el Tajo, con la venida de Sánchez, ha sido objeto de uno de esos milagros o cataclismos, según se mire, que cambian la geografía de medio continente.
Cuando uno se preocupaba un poco de manera más o menos científica de estas cosas, había entendido que el Tajo era el río más largo de la Península Ibérica gracias a sus mil y pico kilómetros de su curso y el Ebro el más caudaloso. Daba lo mismo que los caudales de este último se midieran en su nacimiento en Fontibre, en su curso medio, donde los aportes de los ríos pirenaicos, a pesar de su regulación y aprovechamiento provocan un año sí y otro también los clásicos y reiterados desbordamientos e inundaciones o en su desembocadura a través del Delta de su nombre, donde sigue vertiendo un caudal muy superior al de cualquier río español o portugués.
Uno pensaba que en los minutos siguientes alguien saldría en la pantalla rectificando a la señora ministra, en el sentido de lo que uno humildemente había aprendido hace muchos años y seguía plenamente vigente, pero no. Nadie, ni políticos, ni regantes, ni geógrafos… por lo que se ve el Tajo de la ministra de Sánchez ha arrebatado el puesto en cuanto a caudal al Ebro, al Duero y al Guadalquivir y se convertido en el río más pujante, vivo y lozano, no ya de la Península Ibérica, sino de toda la Europa occidental. Nadie, que uno sepa ha dicho una sola palabra en contra de las afirmaciones de la ministra y por eso, uno no tiene otra que pensar que lo que uno estudió se ha quedado absolutamente desfasado ante la nueva realidad de la Transición Ecológica. Vistas las cosas desde la perspectiva de la nueva realidad casi todos nuestros desvelos hídricos por el Tajo y todas las desazones de unos y otros no tienen sentido.
El Tajo de la señora Ribera tiene agua suficiente para que los embalses de cabecera vuelvan a ser las playas de Castilla, en sus arenas río abajo rebroten las menas auríferas, y, en las riberas y los sotos amenos de Toledo, que cantara Garcilaso el poeta, naden, no ya las ninfas de sus poemas, sino las alcaldesas Milagros Tolón y Tita García, que seguro estarán encantadas con la nueva realidad descubierta por la compañera ministra.