Aunque algunos pretendan quitarle importancia a la incidencia que la Escuela de Arte ha tenido en la reciente historia de la cerámica talaverana, exposiciones como la que durante estos días se puede contemplar en la escuela deja bien a las claras el peso de estas décadas de existencia de la institución que todos conocemos como Escuela de Cerámica.
La exposición que tiene por título “La cerámica se sienta a la mesa” está compuesta de un centenar largo de obras, pertenecientes a treinta y siete ceramistas actuales de Talavera y Puente del Arzobispo, todas ellas dedicadas a una función tan cotidiana y necesaria en nuestras vidas como es el servicio de mesa. Muchos de esos ceramistas, antiguos alumnos de la escuela y la mayoría en plena producción y con grandes perspectivas de mantenerla, son la mejor prueba de los frutos obtenidos en estos años.
Y es que en la exposición se puede apreciar con una perspectiva temporal la trayectoria de estos artistas y de sus productos, muy diferentes, aún los que se inspiran y defienden la tradición a lo que nos tenían acostumbrados en los años setenta del siglo pasado los talleres de mayor producción, siempre con honrosas excepciones.
Y es que la labor de la Escuela de Arte ha sido fundamental, por una parte en el estudio de los modelos tradicionales clásicos, su mantenimiento y su lógica evolución dentro de las líneas inspiradoras de siempre y el surgimiento de unos ceramistas que han hallado lenguajes propios adaptados siempre a la función práctica de la cerámica desarrollada.
La Escuela de Arte, además de ser el laboratorio de experimentación, estudio e innovación, debe, como es el caso, implicarse en la difusión y la promoción de todos estos artistas y artesanos que en buen número mantienen o están dispuestos a mantener una de nuestras mayores señas de identidad.
Uno se alegra de ver que casi cuarenta ceramistas de la comarca de Talavera son capaces de sacar adelante sus producciones y abrir camino para sus piezas en el mundo de la restauración o de la vida doméstica con una función utilitaria que uno, la verdad, creía irrecuperable en el mundo actual.
Una de las mejores noticias que nos trae esta exposición es que la cerámica de Talavera y Puente vuelve a la mesa, vuelve a la vida cotidiana y se abre camino en un mundo que parecía haberla relegado a un simple uso ornamental y de contemplación artística, que en definitiva restringía mucho las posibilidades de crecimiento. La otra buena noticia es que la “Escuela de Cerámica” sigue en el tiempo cumpliendo los objetivos y fines para los que se creó.