Si alguien no tenía claro el aprecio que el gobierno de Pedro Sánchez tiene por el único presidente regional del PSOE de España que ha conseguido la mayoría absoluta, lo pudo comprobar en la representación oficial que envió al acto de toma de posesión el sábado pasado: Nadia Calviño, una ministra que no es afiliada al partido, y la portavoz puertollanense Isabel Rodríguez, cuya ausencia habría sido demasiado cante para los de dentro y de fuera. Una representación que simplemente cubría los mínimos de protocolo exigibles en el caso. El PSOE de Sánchez es cicatero y mezquino, como buena organización sectaria en primer lugar para los de casa. A estas alturas de la película cariño y arrumacos los justos. Cubrir el expediente tras la efusividad de la felicitación de Sánchez, arrancada muy a su pesar por el estruendo de su silencio.
Y tras la toma de posesión vino la remodelación del nuevo Gobierno con alguna sorpresa como la creación de la segunda vicepresidencia para el que fuera presidente de la Diputación de Ciudad con un indudable éxito en su gestión, José Manuel Caballero, un hombre de peso en el PSOE regional y al que en algún momento se intentó enfrentar con Emiliano García-Page desde algunos sectores del partido. Ahora, tras los años, el presidente le premia con una vicepresidencia que a buen seguro tendrá un gran calado político.
Sorpresa también ha sido la salida del ejecutivo de Blanca Fernández, compensada con la Delegación de la Junta en Ciudad Real y la del consejero de Agricultura, Francisco Martínez Arroyo, cuya gestión, parecía desde fuera, no tener ningún problema. Pero el dedo que te pone en un cargo es el mismo que por la misma regla te quita y nadie se puede llamar a engaño cuando pasa a depender simplemente de la voluntad de una persona y no de sus votantes.
Sin embargo, el presidente ha mantenido a un núcleo duro de cinco consejeros y el vicepresidente Guijarro como hombre fuerte, aunque ahora contemple a otro vicepresidente a su altura. Ese núcleo duro, al que se incorpora Caballero tiene todas las trazas de tener vocación de permanencia.
Y en el segundo escalón del ejecutivo destaca el caso de Álvaro Gutiérrez, el que fuera presidente de la Diputación de Toledo, nombrado delegado provincial de la Junta, y no consejero, como Caballero, a pesar del indudable peso político que tiene dentro del partido.
En fin, hombres y mujeres todos ellos que, sin ninguna duda, en muy pocos meses tendrán mucho que decir en cuanto buena parte del PSOE a nivel nacional comience a mirar con toda probabilidad hacia Toledo y hacia Emiliano García-Page.