Hay que empezar agradeciendo a la anterior corporación municipal de Talavera todo lo que sus componentes han hecho para solucionar el problema del deterioro de los paneles de cerámica de las paredes del atrio de la basílica de la Virgen del Prado que en estos días comienzan a levantarse del muro y a trasladarse a Madrid para su restauración. Nada que objetar a la forma de intervenir en absoluto hasta el momento, sino todo lo contrario porque tiene uno la certeza de que todo lo realizado ha sido realizado bajo el dictado de los mejores criterios científicos en materia de cerámica.
El problema viene a continuación, cuando todos los azulejos de cerámica pasen por el taller de restauración y se plantee su colocación en el mismo sitio en el que han estado desde que a principios del siglo pasado se trasladaran desde la ermita de San Antón, ubicada en el otro extremo de Talavera cercana a la Puerta de Cuartos. Una intervención en la que, como es lógico y no tiene uno nada que reprochar por ello a personas como don Juan Ruiz de Luna, se aplicaron los mejores saberes locales y desde luego las mejores intenciones, con el objetivo de salvar un conjunto cerámico que se ha convertido sin ninguna duda en el más representativo de la basílica del Prado.
En la actualidad, y puestos ante el mismo problema en el que se vieron Ruiz de Luna, otros estudiosos locales y desde luego el Ayuntamiento, sería muy difícil que ese traslado se hubiera producido, en las mismas condiciones, al lugar al que se realizó.
Y es que ahora son pocas las personas cualificadas en restauración y conservación que no tengan claro que la cerámica, aunque luzca muy bien en exteriores como parques y jardines es difícilmente conservable.
La mejor prueba la tenemos en los mismos jardines del Prado, donde la reposición y restauración de las cerámicas decorativas ha sido una necesidad constante a lo largo de su historia y lo sigue siendo hoy a pesar del logro de nuevos materiales cerámicos mucho más resistentes a las condiciones ambientales. Nadie trasladaría hoy una obra de azulejería de un interior a un exterior, y eso precisamente es lo que hicieron con toda la mejor intención Juna Ruiz de Luna y compañía.
Si se pretende volver a colocar los paneles de cerámica en el mismo sitio, que es algo que uno apoya sin ninguna duda, las condiciones para su conservación futura tienen que cambiar radicalmente y eso supone una actuación que va a costar mucho dinero si no se pretende simplemente dar la patada hacia adelante y que dentro de treinta años, sino veinte, los talaveranos se encuentren con el mismo problema.
Uno no sabe si en el plan de intervención está previsto el cambio radical de las condiciones ambientales del pórtico en el que han estado hasta ahora los azulejos de San Antón, ni se atreve a dar una solución, como cerrar de alguna manera el pórtico y/o proteger esos azulejos con alguna solución tipo acristalamiento con una cámara que conserve constante las condiciones ambientales o… pero desde luego, lo que sí tiene claro es que si no se reproducen las condiciones de un interior alrededor de esas cerámicas, los paneles más representativos de la Virgen del Prado corren de nuevo peligro. No hay otra, no son piezas para conservarse en un exterior. La cerámica, desgraciadamente no lo resiste todo.