Por lo que cuenta la prensa del día son ya tres mil días los que lleva varado en un astillero de Ribadeo el barco que la Diputación de Toledo presidida por Arturo García Tizón encargó como eje del proyecto turístico alrededor de esa joya arqueológica que es la Ciudad de Vascos, situada en una comarca tan despoblada y deprimida como La Jara.

Lo que pensamos la mayoría de los habitantes (y perdóneseme la inmodestía de hablar de una mayoría en la que me incluyo) de los naturales y vecinos de pueblos como  Navalmoralejo o Azután o Aldeanueva de Barbarroya, por citar los tres más cercanos, es, que lo malo del asunto no es el abandono del barco en Ribadeo, porque nadie lo quiere  comprar, sino la dejadez absoluta de estos tres mil días, o casi diez años redondos, de cualquier proyecto alternativo al que tantas ilusiones despertó en aquellos momentos.

En la zona, casi nadie comprende que, lo que es el reculaje de un pantano, no pueda ser navegado por un único barco que cumple todos los requisitos en orden a ecología, sostenibilidad y todos los inventos posibles que se saquen de la manga los de costumbre en el ejercicio de la nueva Santa y Ecológica Inquisición Progresista, dispuestos a condenar a cualquiera que ose negar alguna de las verdades de la nueva fé proclamada.

Y lo que sí ha visto toda esta gente, a la que luego se apela con el discurso de las políticas de lucha contra el despoblamiento, ha sido que Ciudad de Vascos, salvadas las raquíticas y limitadas campañas de excavación y las cuatro visitas de rigor para hacerse una  foto, allí no se ha visto,  ni se espera, ningún avance. Cuando se compara el parón de Vascos, después de cuarenta años de excavaciones con el  impulso dado por las diversas instituciones regionales a lugares y parques arqueológicos de la misma o de inferior calidad a Vascos, la diferencia de trato es sangrante.

Uno comprende  que los políticos al final cuenten los  votos que les aportan  comarcas como las toledanas de La Jara y la Sierra de San Vicente, dónde uno vive, y no les salgan las cuentas. El despoblamiento y la España vacía ha sido una bandera que parecía prometer mucho más de lo que la realidad ha demostrado.

Pero en fin, hay algunas instituciones a lo largo del territorio español que al menos  disimulan y parecen intentar con proyectos reales la revitalización de pueblos y zonas rurales. En este caso, y todo el mundo mira quién ha gobernado la Diputación de Toledo desde los tres mil días famosos, hay una mínima esperanza de que algo cambie respecto a la Ciudad de Vascos, ya que no a un barco dado y descontado por hundido.