Acaba de publicarse 'Memoria del silencio. El mundo desde la colina', una selección de textos y entrevistas de Jesús Quintero, editado por una de sus hijas, Andrea Quintero, con Rosa Ponce, en el que también han participado su otra hija, Lola Quintero, y Joana Bonet. Ha puesto el prólogo Raúl del Pozo, uno de los primeros participantes en el equipo de grandes guionistas que siempre estuvo tras 'El loco de la colina', sus silencios, sus ocurrencias y sus aparentes improvisaciones.
Pregunta Jesús Quintero a Marujita Díaz después de marearla con otras cuantas preguntas sobre la muerte y la vejez que ya tenían mosqueada a la artista: "¿Y por dónde hace aguas la casa? ¿No hay goteras?". Respuesta fulminante de la Díaz: "Por el chocho, ¿qué quieres?". No hay mejor manera de expresar por dónde se empieza a ir la vida de uno, aunque luego el consuelo y el autoengaño vengan por el sol de otoño, las sopitas y el buen vino.
Las casas se empiezan a arruinar por las goteras del tejado; las mujeres y los hombres por el chocho de Marujita, o la parte muchachera, como dicen en Méjico; las constituciones por las goteras en la división de poderes, las excepciones en el Estado de derecho y la igualdad ante la ley. Las goteras de España las ha abierto Sánchez por todo el chocho de la vieja piel de toro y hay quien pretende consolarnos con aquello de que España, a pesar de Aznar y sus augurios, no se rompe. En esto, como en todo lo que ahora llaman la imposición del relato, hay que elogiar la competencia de la factoría de Sánchez para vendernos cualquier moto.
Si quieren liquidar el sistema del setenta y ocho que lo digan a las claras, qué pregunten al pueblo. Alguien que ha perdido las elecciones pretende acabar con el sistema por la puerta de atrás del decreto ley y una mayoría que en cualquier país serio no serviría ni para modificar la Ley de Bienestar Animal.
Claro, que luego, por lo que dicen las consultas a la militancia socialista y los sondeos de opinión, tiene uno la impresión de que será muy difícil el triunfo del sentido común ante tanto disparate. Apenas Emiliano García-Page se ha atrevido a levantar la mano. La militancia se ha quedado en casa, pero volverá a votar a Sánchez en cuanto le pongan por delante el momio de la derecha.
Emiliano nunca dejará el PSOE y, ni mucho menos, impondrá a ningún diputado que rompa la disciplina de voto. Y no porque, como cualquiera que se haya leído la Constitución vigente, ignore que el voto de los diputados es personal e indelegable, según dice el artículo 79.3, y solo se sostiene por el llamado pacto antitransfuguismo, un acuerdo PP-PSOE para apuntalar la partitocracia en unos tiempos muy diferentes a los actuales. El que lo incumple será arrojado a las tinieblas de la nada política, aunque cualquier tribunal reconocería el derecho del diputado o el senador a ejercer su derecho.
Pero Emiliano, como tantos otros a izquierda y derecha, reconoce como Marujita Díaz que la ruina viene por lo más evidente. A la espera de lo que, sin duda, vendrá después, una parte de sí mismo, su hermano gemelo, se baja del barco. No aguanta, porque no tiene porqué aguantar la deriva tomada. Algo es algo.