Emiliano García-Page se ha quedado solo en su partido. Si de verdad hay siquiera un treinta por ciento de militantes del PSOE que están en contra de la deriva sanchista para mantener el poder a toda costa, están muy callados, aunque hay que reconocer que en España es muy difícil militar en un partido y mantener un criterio propio fuera del carril de líder. El sistema de partidos, la partitocracia que tantas veces se puso en la Transición como uno de los males del sistema, se ha impuesto de una manera apabullante y definitiva en la vida política. La disciplina de partido, como aquel centralismo democrático soviético, apenas deja resquicio a la libertad personal. Un militante que pretenda ascender en el organigrama partidista tiene que hacer un voto de obediencia y silencio mayor al de un cartujo.

Por eso es tan difícil ver que un diputado, un parlamentario regional o provincial o un simple concejal de pueblo se atreva a romper con ese principio esencial para su supervivencia política. Si te atreves a romper con la disciplina de partido firmas tu sentencia. Incluso si, como hizo Pedro Sánchez cuando se jugó su carrera a una carta, renuncias a tu acta para no votar en contra de una decisión de tu grupo, quedas marcado con la etiqueta de no fiable. Con toda la cúpula del partido que iba a por él, Pedro Sánchez entregó el acta para que nadie pudiera tener un motivo claro de expulsión y después ganó las primarias con las que consiguió todo el poder para sí mismo. Fue un todo o nada. La excepción del jugador de fortuna que levanta la banca. Para un diputado cualquiera, el gesto le supondría el fin.

Cuando Emiliano García-Page dice que él renunciaría al acta antes de votar la ley de amnistía, sabe de sobra que nunca se va a ver en esa tesitura. Nunca será un simple diputado de a pie metido en las listas por un notable y pendiente durante cuatro años de no hacer deméritos para perder el escaño. El Emiliano de 2023 seguro que se podría permitir el lujo de dejar plantados a Sánchez y sus fieles, porque es uno de esos políticos que se han ganado el derecho a depender sólo de sí mismos. Nunca tendrá que pasar por el trago de mendigar un puesto en una lista.

Los de la "secta" fueron a por Page y al final se lo pusieron a huevo para marcarse un farol y torear de salón como los ángeles en una plaza en la que él, Emiliano García-Page, presidente de Castilla-La Mancha, nunca hará el paseíllo.