Alguien dirá con toda razón que uno lleva el camino de convertirse en pageólogo, ya que hay pocas semanas, de un tiempo a esta parte, en que el centro de alguna de mis columnas no sea para bien o para mal el presidente regional. Es lo que hay. Emiliano, pese a quien pese, se ha convertido en uno de los generadores de noticias políticas más importantes del panorama nacional. En cuanto salta un problema en la política nacional, ahí están todos los medios expectantes a que García-Page tenga a bien conceder una entrevista. La última se la ha llevado Alsina y uno se alegra porque desde hace un par de años sigo su "Más de uno" con el mismo respeto y admiración que antes seguí a Luis del Olmo, Iñaki Gabilondo o Carlos Herrera. La tranquilidad y la ironía con la que afronta Carlos Alsina cada mañana la actualidad política le reconcilia a uno con lo que alguna vez fue en España el debate político. Alsina tiene la virtud de relajarme y tranquilizarme por muy dura que sea la cuestión que trate y el encabronamiento al que se haya llegado en su tratamiento en el gallinero nacional.

Pues bien, esta mañana de martes Alsina se ha llevado el Page al agua y le ha metido la mano en la boca con esa sutilidad que se gasta en el preguntar. No, Emiliano no preveía, ni mucho menos, que un hombre que fue secretario de organización del PSOE fuera ahora a rebelarse contra la disciplina del partido y salir por donde ha salido. Por una vez las previsiones de Emiliano han fallado, aunque me temo que en este fallo le acompañan de manera muy mayoritaria en su partido.

Y es que el otrora todopoderoso Ábalos en Ferraz y en la Moncloa, solo hace unos meses, amenaza con convertirse en otro añadido más a la composición de retales del Frankestein gobernante, por si su señorito Sánchez tenía pocos problemas para seguir dándole vida.

Y lo malo del asunto es que Ábalos es uno de los primeros componentes de aquel grupo resistente que logró imponerse en el PSOE, a fuerza de tesón y nadar a contracorriente, primero en las primarias y luego en la estrategia que llevó a Sánchez al lugar que ocupa hoy. Si nos hubieran dicho entonces que el autor del "Manual de resistencia" era José Luis Ábalos y no Irene Lozano, nadie hubiéramos puesto una sola objeción.

Por eso es tan peligroso el personaje que ocupa portadas de periódicos estos días, porque sabe muy bien que el maquiavélico y cínico lema de Cela, tan bien adaptado a los tiempos por Pedro Sánchez, es su mejor aval para no acabar como un juguete roto.

A Pedro Sánchez le ha brotado en su jardín otro chantajista de especie parecida a los puigdemones vulgaris que proliferan en el Parlamento y eso es otro problema. Y ya digo, con el "Manual de resistencia" como bandera.