Soy de los que piensan que a nuestra democracia le ha hecho más daño la demagogia asociada al populismo de izquierdas y derechas que la propia corrupción; aunque también piense que cuando se afirma algo semejante la brocha gorda impide matizar el fondo de una verdad siempre escurridiza. A Goethe se le atribuye aquello de "prefiero la injusticia al desorden", una sentencia que se puede aplicar en la vida cada vez que en el horizonte aparece un trastorno inesperado.

Aunque vamos ya para medio siglo de democracia los últimos veinte años han venido marcados por una constante puesta en cuestión del sistema a izquierda y derecha por motivos muy diferentes pero que al final acaban convergiendo en el objetivo de su demolición. Es el momento en el que las fórmulas mágicas aparecen y los vendedores de crecepelo proliferan con sus elixires exclusivos. La corrupción, una enfermedad consustancial con la especie humana, como el pecado original en el que creen los cristianos, se convierte en tiempos de crisis la excusa perfecta para arremeter contra el sistema por los que nunca creerán en ella. El que no lo tenga claro que repase el acoso y derribo al que sometieron a las democracias europeas en los años treinta los dos grandes totalitarismos que costaron millones de vidas humanas con sus propuestas para crear el hombre nuevo y liberarlo de la "mentira" de las democracias liberales.

Uno de los lemas recurrentes de los vendedores de crecepelo político es el de poner en cuestión el sueldo de los políticos, y no hace falta nada más que tirar de hemeroteca y leer aquello que decía la gente de Podemos sobre la limitación de sueldos sobre la base del sueldo mínimo y ver hoy a Yolanda Díaz y Cía.

Como no podía ser de otra forma, en el otro extremo, el de la derecha, Vox no podía sustraerse a vender un argumento tan viejo como el del sueldo de los políticos, que los primitivos cristianos resolvieron sin ninguna duda: "El que para el altar vive, del altar debe vivir".

Ahora en las Cortes Regionales una iniciativa parlamentaria apoyada por el PSOE de Page y el PP de Núñez va a obligar a los que predican contra las "paguitas y los chiringuitos de los políticos" a que libremente renuncien a ellos y comiencen a dar ejemplo y a uno le parece muy bien y así lo digo.