Las relaciones entre Pedro Sánchez y Emiliano García-Page no aguantan un gramo de presión más sobre la cuerda que supuestamente une a dos compañeros de partido. “La noticia sería que Page diera una rueda de prensa para apoyar al gobierno”, ha dicho Pedro Sánchez en contestación a la andanada que su compañero Emiliano le ha enviado desde Toledo. No va más. Pablo Bellido, un fiel escudero de Page, ha pedido elecciones. A los menos cafeteros del PSOE, los que intentan ver la razón de las dos partes, no les importaría que la militancia de ERC tirara abajo el acuerdo en la votación del viernes o que cualquiera de los retazos del Frankestein, da lo mismo Bildu o Junts, hiciera imposible la mayoría parlamentaria para sacar adelante en el Congreso de los Diputados las complejas reformas legislativas que implican el acuerdo.
Lo peor para todos, sanchistas y no sanchistas, sería que todo siguiera adelante y toda la rueda parlamentaria se pusiera en marcha. No le extraña a uno que Alberto Núñez Feijóo hable de un engaño más de Sánchez en el que lo único seguro sería una investidura de Illa que le permitiría al menos contar con un granero de votos de los que deciden en las generales.
Page ha echado el resto en la apuesta, contando con todos esos condicionantes con los que chocan los planes de Sánchez, basados en la necesidad de ERC de evitar un descalabro en una repetición electoral. Lo último que se quiere en el entorno del presidente de Castilla-La Mancha es llegar a una de esas votaciones decisivas y desde las filas de la oposición regional se reclame coherencia y acción y no solo postureo y buenas palabras. Todo apunta a que si el viernes la militancia de ERC da el visto bueno al acuerdo con Sánchez, habrá algún grupo que se descuelgue de las iniciativas legislativas imprescindibles para llevarlo a efecto, y eso es lo mejor que podría ocurrir desde la perspectiva de Page.
Cualquiera sabe que, llegado el momento decisivo para que los diputados nacionales de la región pararan lo que muchos en el propio PSOE califican de disparate y alejado de cualquier principio de solidaridad socialista, todas las cartas ganadoras estarían en las manos de Sánchez. Ni Page daría una orden que le pondría de hecho fuera de su partido sin necesidad de expediente siquiera, ni uno solo de esos diputados de la región obedecería un orden de ese tipo.
Por eso, lo mejor para Page es no tenerse que ver en una situación parecida después de lo que ha dicho durante estos días. Eso sí, en el PSOE y en el gobierno de Sánchez cualquier cosa puede ocurrir y a ver quién es el adivino que se atreve con el pronóstico.