El ciclismo se ha convertido en uno de los deportes con más aficionados practicantes en España y en la región. La pena es que desde hace unos años no salga una figura a la altura de los que actualmente dominan como antes lo hicieron los Indurain, Delgado y compañía. Uno se extraña porque cuando ve alguna prueba internacional encuentra españoles en los principales grupos deportivos del mundo; eso sí, trabajando como gregarios. No conozco las cifras, pero viendo los grupos ciclistas que los fines de semana se mueven en la comarca de Talavera con el Piélago como uno de sus hitos de referencia no me extrañaría que el número de federados, y desde luego de practicantes, ocupara el primer lugar en un deporte que es fundamentalmente individual.
En Talavera y su comarca se organizan una serie de pruebas ciclistas a lo largo del año que concentran a lo mejor de los equipos aficionados y a cientos de practicantes. Tanto la Vuelta a Talavera como Talajara son dos acontecimientos que llenan hoteles y dejan riqueza y prestigio en la ciudad y en la comarca. Este sábado, como lleva siendo habitual desde hace años, Talajara, la prueba ciclista abierta a cualquier aficionado a la bicicleta, volverá a concentrar a más de mil participantes. El éxito está asegurado.
Sin embargo, y a pesar de que la organización desde que se cerró la vía verde de la Jara ha buscado un recorrido alternativo, entre los participantes y los propios organizadores hay un sentimiento de decepción porque esta prueba: sin la vía verde de la Jara no es lo mismo. Pregunten a cualquiera que haya participado en alguna de las anteriores ediciones y lo comprobarán. La vía verde de la Jara era y debería seguir siendo el alma y el corazón de esta prueba, pero desgraciadamente su cierre y la escasa voluntad que se detecta desde entonces en los que podrían solucionar el problema no auguran nada positivo en un futuro inmediato. Y es que la inacción a nivel institucional que se ha producido desde aquel momento viene acompañada de un sentimiento de resignación y fatalidad en los pueblos de su recorrido, que en algún momento vieron en esa infraestructura rescatada una pequeña esperanza.
La maldición instalada desde sus orígenes en los años treinta sobre esta vía parece que no tiene fin. Ni Talajara ni la vía verde de la Jara se lo merecen.