Capilla Sixtina

Cómo se debilita la democracia

26 marzo, 2019 00:00

No, no se trata solo del transfuguismo partidario o ideológico. Aunque habría que suponer -mucho suponer- que la gente, cuando se afilia a los partidos, lo hace por ideas y no por intereses más mezquinos. En esa lógica sería posible admitir el cambio de las ideas. Nada es inmutable, salvo los valores en los que se fundamenta el sistema democrático: representación, división de poderes, pluralismo. No, tampoco se trata de la actividad política convertida en espectáculo y “casting” televisado de los candidatos para ocupar espacio en los medios de comunicación. Se trata, sobre todo, de la banalización de la democracia y su perversión cuando se confeccionan las listas de representación con los amiguetes.

Escandaloso ha sido, aunque vorazmente silenciado, el caso de una tal Silvia Clemente en Castilla y León. Abandona el partido en el que había hecho carrera. Anuncia su paso a otro partido. Inmediatamente, los compañeros del partido abandonado hablan de asuntos sucios y corruptelas. No tardarían en aparecer presuntos negocios ilícitos del marido. Hasta el momento del cambio de partido, el silencio había imperado. Lo cual resulta grave, muy grave, pues se ha ocultado la corrupción presumible con el argumento probable de no perjudicar al partido. En el nuevo partido sale adelante, mediante un pucherazo, que será impugnado y que ha resultado evidente. Ante tales acontecimientos, ¿no huele a podrido en Castilla-León y, por extensión, en el resto de la política?

Aunque, ahora, hablemos de Madrid, capital del reino y espejo de otros lugares. La Sra. Carmena, que llegó a ser alcaldesa –independiente– de Madrid con unas determinadas siglas, decide en la segunda ocasión, cuando se ha “hecho un nombre”, abandonar la organización de origen y montar su propio “chiringuito”. Harta –con razón- de los chicos de Podemos y sus confluencias, crea una estructura a su medida con amigos antiguos y nuevos de férrea confianza. No deslizamos así, casi sin percibirlo, en el ejercicio de la política basada en líderes personales. En la misma ciudad, un socio fundador del anterior partido mencionado, el Sr. Errejón, una vez que ha sido desplazado por “luchas de poder” del partido que él ayudó a crear, monta su particular organización. Otro “chiringuito”, a medida, al que solo pertenecerán los amigos y leales. Y, para no desmerecer, los partidos llamados tradicionales reproducen idénticos comportamientos en la confección de sus listas. Se patrimonializa el ejercicio de la actividad política y se diluyen las fronteras entre lo privado y lo público. ¿No se está modificando el modelo de partidos políticos que creíamos esencial en una democracia representativa?

Lo más peligroso de estos movimientos, más allá de las anécdotas triviales, es la quiebra del papel de los partidos políticos en la sociedad y la subsiguiente fragilización de la democracia. Igualmente peligrosa es la normalidad con la que se aceptan tales decisiones. Nada reprobable se aprecia. Se esfuman los juicios morales o éticos que debieran servir para que los votantes se orienten en la jungla de las campañas electorales. Se entrevista a los protagonistas en diferentes medios de comunicación, con la complacencia del entrevistador. Desparece la crítica pública y la publicada. Cuando lo anormal se convierte en normal la democracia se debilita. Tales maniobras son claros antecedente de los populismos y los posfacismos. De aquí a dictaduras personales o cesaristas solo hay un paso. Y lo más grave de todo: estos movimientos debilitan al sistema democrático tanto como las corrupciones, el transfuguismo o el nacionalismo rupturista. Como para no preocuparse con lo que está ocurriendo.