Tenía al presidente de México por un hombre de izquierdas, pero no de una izquierda rancia que se mueve entre los sinsentidos que divulgó la leyenda negra. Es cierto que no es el único. Aún hay mucha gente que se reclama de izquierdas que no ha podido, no ha querido o no ha sabido estudiar ni la Historia de España ni la Historia Universal. Sí la estudiaran, al margen de valoraciones ideológicas o interpretaciones fabricadas en tiempos distantes, entenderían que los hechos del descubrimiento y la posterior conquista deben desprenderse de los tópicos que se pusieron en funcionamiento en siglos anteriores por intereses diversos. La Historia se instrumentalizó para ponerla al servicio de proyectos o imperialistas o nacionalistas con ilusiones románticas. El Sr. López Obrador, presidente de México, ha pedido que los reyes actuales de España pidan perdón por los desmanes que los antecesores de los actuales pobladores de la península ibérica cometieron siglos atrás. Cuando el mundo cambió su faz y comenzó otro distinto y más complejo. ¿No ha calculado lo que decía el Sr. López Obrador? ¿O es el recurso habitual al victimismo imperialista que tan buenos resultados da cuando en el interior se acumulan los problemas y la ausencia de soluciones?
Como era de imaginar, estando en campaña electoral en España, ante las peticiones del Sr. López Obrador ha emergido la histeria. Para los de derechas, la culpa de cuanto sucede la tiene Sánchez. Vende la patria a plazos y a trozos. La izquierda obsoleta aplaude la petición del presidente mexicano. Unos a favor y otros en contra han demostrado su desconocimiento sobre la propia historia y la utilización ideológica que de ella se hace. Unos han magnificado las glorias del Imperio, los otros, las versiones que se dieron en siglo XIX y XX: ecos negros de la leyenda negra, que aún no hemos sido capaces de encarar. Lo que diga la derecha me preocupa poco. Se mantienen en la versión atávica de una España esencialista. Me inquieta, en cambio, la izquierda. Porque continúan suscribiendo versiones nacidas en el siglo en el que España dejó de ser Imperio. Comparten el dolor autocomplaciente que la Generación del 98 elaboró para explicarse y explicar a los demás el fin cataclismático de una época. Poco se ha cambiado si, siglos después, se recurre a las visiones nostálgicas de un Imperio al que otro Imperio le arrebataba un ingente territorio. Las derrotas físicas y morales de aquellos tiempos aún permanecen latentes en nuestro acervo cultural, sin que nada o poco se haya cambiado. La izquierda no ha evolucionado en la interpretación de España como Imperio y de España ya sin Imperio.
Como Imperio fuimos destructivos y esclavistas. Aunque si se pudiera buscar un modelo similar, ese sería Roma. Conquistaban, esclavizaban, construían y concedían la ciudadanía a los sometidos para que se sintieran protagonistas de la historia que el Imperio construía sobre sí mismo. Algo similar aplicó España en las tierras descubiertas y colonizadas. ¿Exculpa esta interpretación de los desastres ocasionados? De ninguna manera. El Imperio romano fue cruel hasta la extenuación. Roma ordenó el mundo con un modo de vida que se prolongó durante siglos. España ordenó los vastos territorios de América y cambió la Historia de Europa. Del Mediterráneo, “mare nostrum”, pasamos al Atlántico, aunque sin la pretensión de declaralo “mare hispanicum”. Lo del Sr. López Obrador no es novedoso. Solo que es algo así como si nosotros echáramos la culpa de los males presentes a los romanos. Nos conquistaron, nos expoliaron. “Las Médulas”, esa gigantesca ingeniería de explotación de los recursos ajenos, se han convertido en el presente en un recurso turístico.