En la Meseta de Ocaña la tierra es parda, dura, rencorosa. Para obtener de esa tierra una producción vital se necesitan esfuerzos durante años, muchos años. Antonio, que fuera concejal de su pueblo, Noblejas, lo consiguió. Logró disponer de una huerta casi mágica, pero invirtió la vida en ella. Por las condiciones de la tierra y por la climatología se expandió un cultivo resistente y mimético con el entorno: la vid. Pronto aparecería el mercado del vino. En el pueblo de este alcalde, tan duradero, hubo un tiempo en el que era la actividad principal. Y Madrid su consumidor natural. De hecho algunos sostienen que quienes han nacido en Noblejas poseen una “inteligencia especial” para los tratos y la venta. Y es que mucha inteligencia han tenido que acumular para imponer en el mercado de la capital algo así como una denominación de origen: vino de Noblejas.
En las elecciones del mes de mayo de 2019 se cumplirán 36 años del año en el que Agustín Jiménez Crespo accedió a la Alcaldía de Noblejas. Desde aquel lejano 1983 se ha dedicado al oficio y al pueblo con pasión volcánica, aunque sin perder el horizonte último: la mutación de la fisiología del pueblo y de las actividades laborales de sus habitantes. Y lo ha conseguido con el tesón de un tratante de vinos y la astucia de un inversor del Ibex. De elección en elección el pueblo ha ido mutando en otro. Ha dejado de ser el pueblo con aspecto de campamento minero provisional que yo conociera en los inicios de la democracia.
Llegar hasta el presente no ha sido un paseo romántico por un lago de ensueño. Han transcurrido 36 años complejos, pero al mismo tiempo satisfactorios. Es una de las contradicciones de la política local: te destroza, aunque te atrapa en unas redes irrompibles. Se han sumado desgarros individuales, amistades antiguas rotas, discrepancias irreconciliables. Siempre como resultado de una obsesión personal: hacer del pueblo un lugar donde todos dispongan de los mismos derechos y de los mismos servicios públicos de calidad, que es lo que iguala a los ciudadanos y más libres les hace.
Ya no es un pueblo pobre de una tierra pobre de unos siglos pobres. Es un proyecto que mira al siglo XXI. A la revolución de la inteligencia. Tal vez, para preparar los nuevos tiempos que vendrían, uno de los primeros proyectos que se edificó en Noblejas fue un Centro Cultural. Un edificio dedicado a la razón y al cultivo de la sensibilidad. Noblejas fue así precoz, al contar con una construcción excepcional, integrada en la arquitectura peculiar de su idiosincrasia urbanística. Probablemente fue la concreción arquitectónica del antiguo y permanente deseo de redención de los individuos a través de la cultura y la educación. Pero para disfrutar de buena salud espiritual había que disponer de un centro para la buena salud material. Ambos centros hablan un mismo lenguaje arquitectónico y cívico. Más tarde se construiría un nuevo edificio para el Ayuntamiento. El canon urbanístico tradicional se alteraba. Si el urbanismo clásico se definía por la ubicación del Ayuntamiento, la Iglesia y el Casino en un espacio central, para los nuevos tiempos se erigía un Ayuntamiento excéntrico en un llano excéntrico, con una plaza un poco más grande que la de Ocaña.
En Noblejas, como en el resto de España, se elegirán en el mes de mayo nuevas Corporaciones Locales. Tienen el alcalde más duradero de la provincia. Quedará por determinar en el futuro sí esta historia ha sido una aventura individual o el sueño colectivo que un hombre encarnó para conseguir un lugar en el que los vecinos sean justos, libres y felices.