La democracia, en ocasiones, resulta aburrida aunque, las más de las veces, se presente apasionante. Elegir representantes en las instituciones  son cosas de la democracia. Rodear el Congreso y gritar “no nos representan” nada tiene que ver con la democracia. Las recientes elecciones generales han resultado inquietantes para todos. Para los candidatos y para quienes debían elegirlos. Los ciudadanos estaban convocados a decir qué querían. Por cierto, ¿qué han dicho? Cada partido político lo interpretará de una manera. Aunque un mensaje parece imponerse: somos plurales, nos hemos polarizados, entiéndanse ustedes. Conviertan el dialogo y el acuerdo en los valores morales de una ciudadanía desorientada. Después hagan las cosas lo mejor que sepan y  no nos crispen  la vida. Bastantes tensiones tenemos  en el día a día.

Cosas de la democracia es que un dirigente, Pedro Sánchez, pase del rechazo de su partido a Presidente de Gobierno y triunfador de estos comicios. Para estudiar en las Facultades de Historia, Política o Sicología. De maldito a salvador en pocos meses. Un héroe cotidiano en tiempos de Ikea y prendas de Zara. Eso sí, con  jugadas de riesgo  como atreverse a formar gobierno con 85 diputados. Una decisión que encerraba más probabilidades de fracaso que ingredientes de éxito. Cosas de la democracia es que un partido que quiso 'merendarse en un atracón izquierdista al PSOE – recuerden el famoso sorpasso- en las anteriores elecciones, ahora tenga que  suplicar formar parte del gobierno. O más perverso todavía: que sus miembros se embosquen en  los ministerios (comisarios políticos de los antiguos PC) para taponar las heridas por las que se desangran. Solo ocupando poder podrá mantener Podemos  los restos de un montaje que se derrumba.

Cosas de la democrácia es que en menos de un mes los ciudadanos tengan que votar para elegir concejales, diputados autonómicos, representantes en el Parlamento Europeo. Europa  peligra. Sería algo más que un sueño que los españoles, curtidos en experiencias de vértigo, acudieran al rescate. Que contribuyeran  a aumentar ese espacio de libertad y bienestar, creado en Europa por la acción solidaria de sus miembros y como antídoto contra venenos nacionalistas, populistas e integristas. Pero en el mismo acto tendrán qué decir qué Ayuntamientos y qué Comunidades quieren. Sería erróneo extrapolar los votos de las elecciones recientes a estas. Aunque  conviene no perder de vista los resultados.  Si hubiera tiempo, que no lo hay, algunas listas debieran ser modificadas a la luz de los resultados. Porque si algo parece claro  es que los ciudadanos eligen con criterios selectivos. Que necesitan que les convenzan, que les seduzcan, que les garanticen que sus  condiciones de vida mejorarán ostensiblemente. Y para eso tienen que ver en las papeletas gentes que les aporte confianza. Estamos ante un electorado dispuesto a realizar apuestas atrevidas  si consideran que ayuda a sus intereses.

Cosas de la democracia es haber elegido mayoritariamente a un partido político como el PSOE. Ciento cuarenta años de historia es un mérito que nadie puede exhibir. El ejemplo de esa voluntad unánime se manifiesta en el Senado, donde es posible seleccionar los candidatos.  Por si existía alguna duda,  el mensaje de los ciudadanos se completa con una mayoría del PSOE: idéntica en el Congreso y en el Senado. Y lo que no se entienda así, pertenecerá, por supuesto, al ámbito de la democracia, pero serán estrategias mentirosas. Servirán para justificar lo injustificable: las derrotas sonoras, los fracasos partidarios, los errores ideológicos, las corrupciones corporativas o las maniobras de los dirigentes  con tendencia a monopolizar las organizaciones partidarias en beneficio propio. Cosa de  la democracia también es perfeccionarla y elegir  el bienestar de la mayoría de los ciudadanos, aunque hayan votado de manera distinta.