Los motivos de Carmena
¿Alguien ha analizado con atención por qué la Sra. Carmena rompió con Podemos –partido que la presentó la primera vez- aún a riesgo de perder la alcaldía de Madrid y su propio destino personal? Sobre la Sra. Carmena se ha escrito y hablado abundantemente. Se han comentado los efectos más que las motivaciones, las anécdotas más que las causas. Los más fervorosos promovieron algo semejante a una beatificación y hasta se convocó alguna manifestación de apoyo. Maniobras de distracción para no profundizar en la verdad de cuatro años de torturas. Probablemente, también, la perspectiva de edad haya introducido criterios de racionalidad en sus decisiones personales. Al actuar como ha actuado, nos ha recordado que la actividad política debe regirse por normas éticas que no tendrían que olvidarse. La política no es un empleo, aunque comporte un ingente trabajo. La política, disculpen la obviedad, es una actividad de compromiso personal, no salarial, con la sociedad. Y si las condiciones no se “prestan”, mejor abandonar.
Hay quienes han aprovechado los resultados electorales para invocar una idílica unidad de izquierdas. Olvidan que de antiguo existe una rivalidad entre las diferentes interpretaciones de lo que debe ser la izquierda. Esa diferente comprensión de las políticas de izquierdas originó, en los sistemas democráticos, la competencia por la ocupación de un espacio limitado. Y con la competencia, surgió la rivalidad electoral. Cada partido busca conseguir los apoyos de unos electores que se sitúan en el espectro deslizante de la izquierda. En estos días se ha debatido sobre pactos, alianzas o modalidades de gobierno entre PSOE y Podemos, dos organizaciones que rivalizan por el mismo espacio electoral. Las dificultades para llegar a acuerdos entre ambas fuerzas han propiciado el comienzo de la batalla contra Pedro Sánchez. Toda la presión se vuelca sobre él que es, por otro lado, el único que puede formar gobierno, según los resultados electorales. ¿A cualquier precio? Mientras la derecha, sin presiones de ningún frente, con indiferencia patriótica, espera el desenlace. Pase lo que pase, el discurso de oposición lo tienen perfilado. Si no se forma gobierno se demostrará la incapacidad de la izquierda. Ellos sí saben hacer pactos: hasta normalizan a Vox. Si se forma, se habrá hecho con el apoyo de populistas, independentistas y terroristas. ¡Guau!
Ahora es útil recuperar la interrogante con la que se abría el artículo. La Sra. Carmena no quiso ir en una lista de Podemos, porque sufrió durante cuatro años las maniobras y desgastes del fuego amigo. Un escenario de conspiraciones y traiciones permanentes. Se prendía gasolina desde dentro y desde fuera. Y si ampliamos la mirada descubriremos que el espíritu de demolición está activado continuamente en Podemos. Hicieron saltar por los aires a Izquierda Unida. La organización propia ha sido dinamitada y humillada. ¿Puede darse algo más destructivo que adscribirse a una organización política para terminar votando sobre la residencia del líder y su compañera? Errejón ha sido de los últimos en abandonar. Al PSOE se le negó la posibilidad de gobernar y a punto estuvo de volar en pedazos. Considerando tales antecedentes la sospecha se sitúa en que el Sr. Iglesias, que sueña obsesivamente con un PSOE volatilizado, pueda quebrar al mismo cuando le convenga. Así que sí se habla de pactos, habría que hablar de gobernabilidad, durabilidad, estabilidad y coherencia del relato del Gobierno. De nada serviría hacer pactos, que no dan la mayoría, detalle que todo el mundo se obstina en olvidar, y repetir las experiencias de la Sra. Carmena. Mejor, minimizar riesgos desde el comienzo. Ya la actividad política diaria, Cataluña y otras nacionalidades incluidas, aportarán suficientes dificultades como para hacer política atenazado por los compañeros de viaje.