A la derecha le interesa un gobierno de izquierdas
Aunque digan y parezca lo contrario, a la derecha (léase el PP) le interesaría más un gobierno de PSOE con Podemos que a la propia izquierda. Primero, porque ese gobierno lo sería en minoría, un detalle a no olvidar. Segundo, porque, para conseguir aprobar leyes en el Parlamento, ese gobierno necesitaría de apoyos variados, regidos por sus propias dinámicas e impelidos por sus estrategias territoriales, difíciles de controlar. Tercero, porque la derecha necesita tiempo para distanciarse de la herencia tóxica de direcciones anteriores. Cuarto, porque cualquier medida que pudiera aprobar la izquierda, si les molesta, puede ser reversible cuando ellos lleguen al gobierno.
El PP no está en su mejor momento. Necesita tiempo para que los ciudadanos olviden los casos de corrupción que pululan por los tribunales, a pesar de sentencias sospechosas. En paralelo, el nuevo dirigente, Sr. Casado, debe estabilizar un partido deteriorado y con arcas vacías. Casado no fue una elección al azar ni el resultado menos malo de un enfrentamiento entre bloques. La elección del Sr. Casado fue una operación calculada y con pretensiones de futuro. ¿Qué necesitaría el Sr. Casado para ser percibido cómo líder fiable de la derecha? Unos años de gobierno de izquierdas, desgastándose este por errores propios, por encontronazos entre socios, más la erosión real y propagandística que toda acción de gobierno conlleva. Como complemento habría que organizar algunas intervenciones del Sr. Casado, no muchas, en el Congreso de los Diputados. Orquestadas y aireadas con gran intensidad mediática, se podría anunciar “urbi et orbe”, la existencia de un líder para la nueva derecha, cada vez más reaccionaria.
En el proceso de formación del liderazgo del Sr. Casado, el PSOE resultaría el “sparring” ideal para el fortalecimiento de la musculatura dialéctica y la cintura estratégica del aspirante. ¿Por qué el PSOE y no Podemos? Porque el PSOE es el único partido con potencia estructural que, hoy por hoy, puede gobernar en España cuando la derecha se debilita por sus excesos privatizadores o por sus políticas antisociales. Claro, que alguien puede objetar que el PSOE no quiere hacer la revolución. ¿Qué partido de España quiere en serio, sin populismos o demagogias, hacer la revolución? Por su parte, el PSOE bastante tendría con vigilar su flanco izquierdo, donde anida aletargado el “sorpasso”, sueño obsesivo del Sr. Iglesias. Pero volvamos al PP.
Ambos, el partido y el líder, necesitan tiempo para diluir las amenazas de su propio lado. Es decir, Ciudadanos y Vox. El Sr. Rivera se ha empeñado en suplantar a la derecha tradicional, trasmutando sus posiciones iniciales. Nada queda del partido que se presentó avanzado y de centro. Su participación en gobiernos con PP y Vox le está dejando un perfil que no se arregla con photoshop. A lo que se añade la testarudez autoritaria de no reconocer al PSOE como partido ganador de las elecciones. Quedaría Vox. Pero no parecen que presenten excesivas resistencias a ser incorporados a la nueva derecha, que ha mostrado flexibilidad para asumir su ideario. Toca llegar al final. Resta el uso que haría el PP de los apoyos que necesita un gobierno en minoría de vascos varios y catalanes diversos. Aunque ya sabemos el discurso: ruptura de la Nación, traiciones a la patria, venta de España para mantenerse en el poder, etc., etc. Y en lo personal, se presentaría al Sr. Sánchezcomo el monstruo, un tipo dispuesto a lo que haga falta para seguir en el poder. Conseguir este engranaje precisa, al menos, dos años, que es lo que podría aguantar –sin circunstancias muy extraordinarias y muy imprevisibles– un gobierno en minoría. Así que, viva el vino, que diría Rajoy.