Otros sueños de Palomero
Santiago Palomero era un hombre de sueños múltiples: reales, irreales; posibles, imposibles y muchos, muchos, utópicos. Así era él, en la frontera entre la ensoñación y actividad cotidiana. Por esa versatilidad lo mismo podía soñar con la isla de Mompracen, guarida imaginaria del imaginario Sandokán, que con galaxias pobladas de seres inteligentes “más allá de las puertas de Tannhäuser”, para citar una frase de Blade Runner. Le apasionaba el cine, le flipaban los cómics, se codeaba con caballeros o clérigos renacentistas de media Europa, cortejaba damas distinguidas de la Revolución Francesa, que vivían en la confianza incierta de esquivar la guillotina en razón de sus encantos. A pesar de convivir con la irrealidad sacaba tiempo para diseñar sueños posibles. Para escritos posteriores queda su proyecto de Museo de la Provincia de Toledo en el edificio de Santa Cruz: un tratado de arte, de historia, de filosofía y de humanismo. Y si hubiera tenido la oportunidad hubiera reconstruido la judería para devolver vida moderna a esos barrios cincelados entre recitaciones de la Torá, la ciencia, la economía y el arte. En ese proceso de reconstrucción de una identidad desaparecida desempeñaba un papel estratégico la fusión de las sinagogas de Santa María la Blanca y el Tránsito en un proyecto museístico único.
Las dos sinagogas, junto con la Mezquita del Cristo de la Luz, siempre han sido objeto de deseo de la Iglesia. Durante el convulso siglo XIX se produjeron diferentes intentos de destinar los edificios mencionados al culto católico, como forma de mantener vivo los edificios y evitar su deterioro. Maniobras de distracción. Ninguno de los intentos prosperó. No existían tantos fieles para tantos edificios abiertos al culto. Aún así, la iglesia no renunció a que formaran parte de su patrimonio arquitectónico. Será en 1929 cuando, “curiosamente en plena dictadura de Primo de Rivera se produce la ansiada inscripción de ambas sinagogas como propiedad de la iglesia”. Sin embargo en ese mismo año se celebra en Santa María la Blanca la Exposición Regional de Bellas Artes e Industrias Artísticas que corrobora su uso por parte del Estado, según escribe Santiago Palomero en su tesis doctoral. El 4 de julio de 1930, Santa María la Blanca será declarada Monumento Nacional, “entrando desde ese momento a formar parte del Catalogo Artístico Nacional, quedando bajo la inspección de la respectiva Comisión de Monumentos”.
Hay historias que permanecen ocultas sobre todo si ocurren en regímenes dictatoriales. Se impone el silencio. Nadie quiere conflictos y menos con instituciones poderosas. Entre esas historias se encuentra la del edificio de Santa María la Blanca, propiedad del Estado en 1936. En la confusión posterior a aquellos años posbélicos, por un Decreto de Franco de 1939, la sinagoga de Santa María la Blanca es “cedida” a la Iglesia, pásmense, por “carecer el Estado de medios para su mantenimiento.” Con argumentación tan voraz tal vez entró en la misma tacada la “cesión” de la Mezquita del Cristo de la Luz. La Historia, afortunadamente, ha superado aquellos tiempos, aunque no del todo. Es sabido que las intervenciones que se han realizado en la sinagoga –salvo la reciente iluminación- se han ejecutado con fondos públicos por instituciones públicas. El pretexto empleado para el traspaso de la propiedad de la sinagoga no ha perdido un ápice de la banalidad empleada para disponer una propiedad de manera atrabiliaria. Para revertir situación tan obscena Santiago Palomero proponía ya en su tesis, publicada en año 2004, el mantenimiento de la titularidad Estatal con el fin de dotar al edificio de un proyecto “museológico y museográfico apropiado”. El sueño se mantiene en el aire.