Cuando Núñez perdió las siguientes elecciones
No podríamos terminar el año sin relatar una historia que será estudiada en el futuro. En La Mancha no solo se exporta vino en cubas o a D. Quijote; también política a granel. Se desconoce si será tratada como “performance” política o como plagio manchego de las obras del provocativo y pinturero Cattelan. El caso es que el Sr. Núñez, candidato del PP en Castilla-La Mancha a las elecciones autonómicas del año 2019, dos meses después de haber perdido las elecciones, firmaba un acuerdo con el PSOE por el que, en “circunstancias ordinarias”, perderá las siguientes, dentro cuatro años.
La referencia a las “circunstancias ordinarias” no es caprichosa. Implica que los acontecimientos se producen con arreglo a una lógica determinada. Nada más lejos. En la actividad política reciente todo es imprevisible, los hechos se producen en función de los desajustes de algoritmos neuróticos o de impulsos hormonales tecnológicos. Lo que parece evidente, deja de serlo; lo que debería ser normal, deviene extraordinario, y lo previsible, depende de la casuística. En contornos tan vaporosos, las profecías se convierten en osadías. Las actuaciones se reducen al corto, cortísimo, horizonte de los intereses endebles, internos y externos de cada cual. Y así no hay lógica que aguante.
El Sr. Núñez, del PP, obtuvo una derrota nítida en las elecciones autonómicas, en mayo del año que termina. Dos meses más tarde, subscribía un acuerdo con el gobierno con mayoría absoluta por el que se derogaría la norma que impedía a los presidentes presentarse en más de dos ocasiones a la reelección. La norma a derogar encierra su intrahistoria, que diría Unamuno. En un momento de desprestigio de los partidos políticos y con una presión asfixiante, mediática y social, por los comportamientos de algunos militantes de los partidos, el entonces presidente del PSOE de la Comunidad tuvo la idea de reducir los mandatos de los presidentes de su territorio a dos ocasiones. La medida, aireada y eficazmente propagada, fue saludada en los medios de comunicación como una reacción ejemplar. Eso sí, la norma modélica se aplicaría a los siguientes presidentes. La derogación de esa limitación es lo que acordó el Sr. Núñez con el nuevo presidente, al que afectaría la limitación ejemplar.
Con el acuerdo, el Sr. Núñez, del PP, parece conceder una ventaja incuestionable a su hipotético competidor, si fuera el actual presidente. Conocidas son sus capacidades y sus habilidades para desenvolverse en escenarios electorales. Pero no desconecten, que la historia continúa. El acuerdo incluye una segunda parte que, tal vez, prive del halo trágico o suicida a la primera parte. En el aciago y breve gobierno de una presidenta del PP, esta suprimió las retribuciones fijas de los diputados autonómicos. Para ahorrar y por austeridad en tiempos de crisis, se dijo. La iniciativa también fue aclamada como ejemplar. La medida a quien perjudicaba no era al partido que copaba el podersino a los diputados de la oposición. En esa legislatura, al PSOE. Sin remuneración, los diputados tendrían que dedicarse a sus trabajos ordinarios –quien los tuviera- lo que, hipotéticamente, restaría eficacia a la oposición en el seguimiento y control del gobierno. Claro que, al cambiar los resultados electorales, la medida ejemplar ha terminado afectando a los diputados del PP. En la segunda parte del acuerdo se incluía fijar retribuciones económicas estables a la oposición.
“Quid pro quo”, pedía el doctor Lecter a una aparente frágil Clarice en la película “El silencio de los corderos”. Y en ese estado de reciprocidad se firmó el acuerdo. El Sr. Núñez podrá perder las siguientes elecciones. Será un mártir de la causa. Aunque a la fuerza ahorcan, según el dicho popular.