Click, click. Hoy somos de centro, anuncian, como actores refinados, los dirigentes del PP. Click, click. Pero hacemos un discurso más “ultra” que el de la ultraderecha. Click, click. De nuevo, vuelta al centro. Y así repetidamente, rutinariamente, aburridamente, sin que podamos averiguar sí el centro es el punto equidistante entre dos extremos o una consigna para contentar a los de dentro que están en desacuerdo con la deriva obstruccionista y sectaria del partido.
¿No ha abandonado la organización alguien con estas expresiones? El PP oscila de un lado a otro, como si el único objetivo fuera no perder el foco de la noticia. Que se nos oiga, aunque lo que se oigan sean disparates. Ya disponemos de gobierno y el PP ha anunciado su eterno retorno al centro, como una copia desteñida del mito de Sísifo.
Y ahora es el momento de comentar, para pedagogía del lector, lo que en meses pasados se obvió deliberadamente. A saber: que la primera declaración que hizo el Sr. Casado, al poco de conocerse los resultados electorales, fue que nunca formaría un gobierno de coalición con el PSOE. No quería dejarle -dijo- la tarta completa de la oposición a VOX. Incluso reforzó la glotona metáfora afirmando que una coalición semejante sería mortal para el PP. Sin embargo, como si ambas declaraciones nunca se hubieran pronunciado, desde la derecha, el centro, alguna izquierda y los medios, afines o distantes, nos hemos dedicado a opinar a favor o en contra de las bondades sociales y constitucionales de una coalición del PSOE con la derecha, en lugar de la híspida coalición con la izquierda (comunistas) más las abstenciones de los separatistas. De tal manera que, hasta el mismísimo día de la votación del presidente, le hemos estado dando vueltas a una coalición imposible.
Tan letal hubiera sido para el PSOE una coalición con el PP, como la que anunciaba el Sr. Casado para el PP. Eso sí, en este debate falso todos se han retratado. Algunos han salido desfigurados, casi monstruosos; otros, en cambio, aparecen tan reales como son en realidad. Y es que la tarta, lo dejó claro desde el primer momento, la quiere el Sr. Casado “enterita” para su partido.
El más reciente doble click hacia el centro del PP ha coincidido con su negativa a colaborar en la renovación de instituciones fundamentales de la democracia, como el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional, el Defensor del Pueblo o el Consejo de Administración de RTVE. ¿Consistirá el centro-derecha en no dejar gobernar a alguien que no sean ellos? ¿No sería el bloqueo institucional una forma de sabotear la normalidad de España y debilitar la democracia? La paralización institucional y las amenazas de “judicializar” todo acto de gobierno no es que inutilice al gobierno, sino que es la democracia la que queda inerme. Y España la que no avanza.
¿Podría alguien explicar, por favor, a los ciudadanos las ventajas para España del bloqueo que anuncia el PP, vuelto al centro? Por cierto, Vox, de momento, se ha desmarcado del bloqueo institucional. A la espera de novedades, volveremos a “la crispación”. Una crispación sin complejos que se repite, desde que lo pusiera de moda el Sr. Aznar, con crudeza especial y monótona cadencia cuando a la derecha la sitúan los votantes en la oposición. El bloqueo institucional dificulta que la democracia funcione con normalidad, que es, por lo demás, lo que cohesiona y mantiene unidos a los ciudadanos y a los territorios.
En la actual situación, prepárense para la abundancia de retorica vacía, vocablos de alto voltaje, resistencias variadas, verborrea insultante, apocalipsis de la señorita Pepis y tremendismo a granel. Click, click. Todos al centro.