Vuelve la política
Ha vuelto la política feroz, tras una tregua corta. Fotocopia desactualizada del Aznar más hosco en los tiempos de la lucha contra ETA. Sabíamos que ocurriría, pero no con la gente asustada, preocupada, nerviosa e inquieta por la enfermedad y por el trabajo. No importa que sea una epidemia de la que nadie pudo adivinar sus dimensiones. Ni que el resto de países tengan idénticos problemas a los nuestros. El gobierno es culpable. Y sabemos la fecha de su gran error: el día 8 de marzo, cuando no prohibió que las mujeres se manifestaran en España en defensa de sus derechos. Imposible no percibir el olor a naftalina del mensaje, por más que se disimule con alusiones de incompetencia o mala gestión. Allí se propagó la infección como una maldición ancestral contra quienes quieren alterar el orden natural de la creación. Teología rancia, servida en porciones variadas como base para la crudeza política.
Pero, como el motivo no da para mucho, toda la derecha junta se ha puesto a maquinar cómo derribar al gobierno. Los grandes medios de comunicación y los menos grandes se han despachado con editoriales sesudas y opiniones pretendidamente científicas para avalar la iniciativa de Vox. No se olvide, un partido de ultraderecha. Es la oportunidad de acorralar al gobierno. Ahora o nunca, ha sido la consigna de la semana que ha finalizado. Y con éxito. La valoración del gobierno ha caído en picado. Sin embargo, si se analiza lo publicado, casi todo es ruido, humo. Y confusión. Y mentiras, que ahora se llaman “fake news”. Y complejo de inferioridad. España debía de haber actuado como China, como Corea, como Alemania, como Suecia, como Dinamarca, como Chequia, como Austria, como Australia, como Turquía, cualquiera lo hace mejor que el gobierno de España.
Que si no había material para los heroicos sanitarios; que si los test fallan, que si algunas empresas –en algún digital se ha escrito que la empresa que ha engañado al gobierno es catalana, lo que coincide con el origen del ministro de Sanidad–, que si no hay respiradores y cosas así. Olvidan las desinversiones brutales que en los últimos años se aplicaron a la sanidad pública en beneficio de la privada. El abandono de inversiones en trabajos sanitarios preventivos y de epidemias colectivas. La prevención no luce en campañas electorales. ¿Alguien pudo calcular la virulencia de esta pandemia? Los “adivinos a posteriori” podrían definir cómo será la siguiente para habilitar medidas y recursos. Pero, ¿y si la próxima catástrofe fuera climática y no sanitaria? La humanidad ya tiene experiencias de los ciclos guerra-pandemia-catástrofes climáticas–hambrunas- guerras, y vuelta a empezar.
La propuesta de un gobierno de concentración la esbozó el PP. Quién la ha formalizado en estos días ha sido Vox. No se olvide, de ultraderecha. Ha propuesto un gobierno de concentración, estilo Armada, que ya circulaba por las redes. Un gobierno fuerte que aplique medidas fuertes. Algo así como el último gobierno de la República de Weimar. Después, llegó Hitler. El PP, a su vez, ha mantenido el hilo. En su versión alucinada, Sánchez quiere cambiar el sistema político. Discurso que se venía apuntando últimamente y que ahora coge fuerza. Quiere implantar un modelo chavista en España por influencia del aliado Podemos. Lo ha expresado con claridad la Sra. Cuca Gamarra en la comparecencia del ministro de Sanidad, el día 2 de abril: “Este es un país de libre mercado, que tiene libertad de empresa y eso, antes y después de esta crisis, tiene que estar garantizado”. A lo que el ministro respondió: “El gobierno no quiere cambiar la economía, quiere salvar vidas y actuamos en el marco de la Constitución”.